Elena Sanchéz me dijo, meses
atrás, que el PP estaba en condiciones de revalidar su
mayoría absoluta. Que así lo predecía una encuesta que
obraba en poder del Gobierno de Vivas. Caminaba el sábado
pasado la portavoz del Gobierno con su diligencia habitual y
su disposición permanente para intercambiar cuatro palabras
con cualquiera que la aborde en la calle. Y en ella
estábamos, viéndola venir procedente del Ayuntamiento,
Mustafa Mizzian y yo, dispuestos a pegar la hebra con la
consejera de Fomento y pieza destacada de un Gobierno
perteneciente a un partido que volverá a ganar las
elecciones sin despeinarse. Eso sí: gracias a que cuentan
entre sus filas con el hombre más valorado, en todos los
aspectos, por los ciudadanos de Ceuta. Algo que ya sabíamos
sobradamente, pero que ha venido a refrendarlo el barómetro
autonómico publicado por el Centro de investigaciones
Sociológicas.
En un momento de la conversación, Mizzian, que al margen de
los lógicos desencuentros durante los plenos con sus rivales
políticos, es persona educada y muy dada a preguntar por lo
que no sabe. Quiso conocer en qué condiciones quedaba su
partido en esa intención de voto a la que se refería Elena
Sánchez. Y ésta, de mirada larga y bien discreta, hizo la
mueca justa para que Mizzian entendiera que no corrían
buenos vientos para el Partido Demócrata y Social de Ceuta.
Lo cual no debe extrañarle a Mustafa: pues bien sabe él que
su partido quebró en cuanto se dividieron las opiniones
entre sus líderes e hizo su aparición la figura de Mohamed
Alí al frente de la UCDE.
No quise preguntarle a Elena por la situación del PSPC, pero
pronto tuve la respuesta al hacerme con el estudio completo
del CIS. Y en él se dice que es una agrupación política que
despierta mucha antipatía entre los ciudadanos. Así, un 62,4
por ciento se define como muy distante al partido de Juan
Luis Aróstegui. Una manifestación tan dura como tajante y
que debería hacer que su Coordinador de Política Municipal,
el omnímodo Aróstegui, meditara si no será él la causa de
que un partido local concite tanta aversión como el PSPC.
Máxime cuando cuenta con muchos más medios que otras
formaciones políticas.
En cambio, Juan Vivas, tan vapuleado por Aróstegui en su
Dardo de los jueves, goza del favor casi general de una
ciudadanía que destaca su simpatía, su honradez, su
inteligencia y su más que probada prudencia. Suscita
tranquilidad y hay, según el estudio reseñado, una enorme
confianza en cuanto a su forma de gestionar y la defensa que
hace de la ciudad.
De manera que a ver quién es el guapo que se atreve a
llevarle la contraria a unos ciudadanos, que, casi
mayoritariamente, piensan que su presidente es el mejor en
todos los sentidos. Hacerlo sería nadar contracorriente. Y
en este caso, desde luego, no dejaría de ser también una
injusticia. Ya que el presidente está dando muestras
evidentes de que es capaz de afrontar los problemas con la
serenidad que es exigible a todo gobernante. Sobre todo, si
éste lo es de una ciudad tan compleja y tan expuestas a los
vaivenes más peligrosos. Aun así, la encuesta del CIS, amén
de halagar a quien como humano tiene derecho a recrearse en
los muchos ditirambos que ha recibido, ha de servir,
asimismo, cómo documento que invite al presidente a no
perder la noción de la realidad en ningún momento. A
comprender que los pueblos fabrican dioses y los idolatran
para poder, luego, tomarse cumplida venganza de sus propias
decisiones. De todos modos, no es tarea fácil mantenerse en
la cresta de la ola sin caer en el pecado de la suficiencia.
Y el mejor antídoto, sin duda, es recordárselo cuando dé
señales de estar viviendo en una nube. Y lo haremos. Si ello
se produce.
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