La actualidad en la última semana
ha traído como consecuencia la puesta en escena de las
consecuencias últimas relacionadas con actívidades poco
recomendables para la convivencia en paz y respeto a la
ciudadanía.
Aunque se pueda decir, efectivamente, que la inseguridad es
un claro factor subjetivo, por ser ésta una sensación cuasi
etérea y propia de la característica del individuo en
función de su más puro y personal nivel de miedo respecto de
lo que ve y aprecia, no es menos cierto que cada día son más
en Ceuta los que entramos -para no quedarnos al margen- en
esa llamada y calificada sensación subjetiva.
El hecho en sí de la inmigración; de ver en la calle a
gentes no conocidas, produce cuanto menos, preocupación. Es
un acto natural del individuo en respuesta a lo desconocido.
La realidad de ver a menores que no es que hayan perdido,
sino que no han conocido nunca educación, respeto y
convivencia, y que sólo han conocido el mundillo pandillero
-rescoldos de lo que quedó de las antiguas mafias del
narcotráfico- también provoca, cuanto menos, preocupación,
cuando no temor entre la ciudadanía.
Un temor del que se aprovechan estos desalmados desafiando a
la sociedad civil y enfrentándose constantemente a las
Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, cuando no una
pedrada, es un disparo o un coche particular del agente
quemado o destrozado en replesalia por el trabajo
profesional de los que custodian y velan por la seguridad de
la comunidad.
La tarde de ayer en Bermudo Soriano pudo haber acabado en
tragedia de no ser por unos cuantos vecinos que se
atrevieron, salvando las llamas, a sacar aún con vida a un
individuo que ardía en el interior de una furgoneta
abandonada. Al parecer lo habían introducido a la fuerza
aprovechando la soledad de la calle en la sobremesa
dominical.
La inseguridad es sólo un factor subjetivo. La ciudadanía es
una exagerada.
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