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OPINIÓN - DOMINGO 19 DE FEBRERO DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Contradicciones de Aróstegui
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

La visita del presidente del Gobierno fue saludada, en su día, con tal reconocimiento: “La presencia oficial del presidente del Gobierno en Ceuta es un acontecimiento histórico de un extraordinario valor político para nuestra Ciudad. Es justo concebirlo así de modo unánime. Su significado simbólico de reafirmación de la españolidad de Ceuta debe prevalecer sobre cualquier circunstancia”.

De esta manera daba Juan Luis Aróstegui su bienvenida a ZP el ya famoso jueves, día 2, cuando éste se echaba abajo de la cama para comenzar su recorrido por las calles céntricas de Ceuta. Y hasta denunciaba, de forma tajante, “la furibunda y desquiciada reacción del PP”. Con evidente ánimo de devaluar la encomiable comparecencia de un presidente, tras veinticinco años de espera. Lo cual había echado abajo todos los argumentos que hacían de Aznar poco más o menos que un héroe dispuesto siempre a defender los intereses de Ceuta.

A los siete días del acontecimiento, Aróstegui criticaba ya la mudez del visitante y lo achacaba al miedo de no molestar a Marruecos transgrediendo los límites de un juego diplomático pactado. Y arremetía contra los asesores encargados de elaborar la agenda de la visita y el férreo control de todos y cada uno de los movimientos de ZP. Y se lamentaba de que un presidente, que se tiene por progresista, diera la espalda a los parados.

Pero el hombre que siempre ha soñado con ser alcalde de esta ciudad no podía olvidarse de criticar, acerbamente, a Juan Vivas. De quien sigue pensando que es un advenedizo de la política y, por tanto, no merece ser el presidente de esta tierra. Lean lo siguiente: “El único cordón umbilical que unió la burbuja del Presidente con Ceuta fue el alcalde de la Ciudad. A él correspondía la trascendental misión de trasladar un mensaje reivindicativo. Mayúscula frustración. Hizo honor a su bien ganada fama de paradigma de la genuflexión por antonomasia. Su intervención se limitó a un lastimero sollozo entre la exaltación empalagosa y la imploración sin convicción. Nuestro alcalde volvió a confundir lealtad con sumisión, hospitalidad con hipocresía y agradecimiento con adulación”.

Catorce días más tarde, Juan Vivas es acusado de gancho de los timadores: los timadores son los socialistas, cuya obsesión, según Aróstegui, es machacar a Ceuta por estar gobernada por los populares. Ironiza, más bien hace sarcasmo, con la visita de Vivas al ministerio que ocupa Jordi Sevilla. Y acaba escribiendo, entre otras lindezas, que la política del PSOE es, por encima de cualquier otra condición, sectaria. Y apostilla: “En su estrategia, urdida por individuos mediocres y soberbios, no hay lugar para los intereses generales. Consideran la política, exclusivamente, como un instrumento para obtener poder y prebendas”.

Si lo sabrá él...: que se ha distinguido siempre por su esfuerzo denodado en hacer acopio de ambas cosas. La verdad es que me había prometido no referirme más al todopoderoso secretario general de CCOO. Por razones que no vienen al caso. Si bien, por mor de lo que le he venido leyendo, durante tres jueves seguidos, me ha sido imposible cumplir mi promesa. Yo no sé si Vivas invitó, o no, a un Aróstegui tan importante a la comida que la Ciudad le ofreció a ZP; pues parece que el hombre respira por esa herida. De ahí que no tenga empacho en tildar al presidente de cobarde: “Ceuta necesitaba una voz valiente, rigurosamente contundente y enérgica. Y no la tuvo. Hemos transmitido la imagen de un pueblo dócil, indeciso, timorato, servil y resignado”.

Urge, digo yo, cambiar la imagen de Ceuta. Una tarea que reclama que nos volquemos en las urnas con Arostegui. ¡Uf!: otro salvador de la patria.
 

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