Mantengo una conversación relajada
con un político veterano en la cual sale a relucir la actual
situación de España, vista por los principales dirigentes de
los dos partidos más importantes. De un lado, le digo, está
la España de ZP; de otro, la de Rajoy. Y son tan distintas,
tan sumamente distintas, que uno tiene la impresión de que
ambos terminarán por poner a los ciudadanos de los nervios y
el coste de esta enfermedad será aún más cuantioso que el
acarreado por las secuelas del fumar. El político, muy
avezado en el asunto, se ríe y me responde que no llegará la
sangre al río mientras que los ciudadanos no empiecen a
notar que les falta dinero para llegar a final de mes.
Piensa, Manolo, que hay una ingente cantidad de personas que
viven ajenas a todos los entresijos de la política.
Inmediatamente, la figura de ZP se hace presente en nuestra
charla. Yo trato de mostrarme cizañoso al recordarle que el
tachado de bambi ha salido más listo de lo que se esperaba.
Y que me parece que se han equivocado quienes lo tildaron de
lelo redomado, de bobo de solemnidad, de imbécil, etc. Con
el agravante de que esos mismos articulistas han cambiado su
opinión y lo ven, ahora, como una hiena peligrosa. O bien
como un tipo astuto que suele jugar con las cartas marcadas.
Es verdad, me dice la persona con quien estoy pegando la
hebra de forma casual, que se le ha juzgado a la ligera. Y
prueba de ello, ha sido que su jugada con Arthur Mas nos ha
cogido a todos con el paso cambiado. Como político,
entiendo, además, que está moviendo sus peones con gran
habilidad para que éstos le hagan el trabajo sucio. Y qué
decirte si es capaz de conseguir que los etarras decidan
dejar las armas...
Le respondo que ello no es una empresa fácil y que su empeño
en ser él quien ponga fin al terrorismo puede hundir a los
socialistas en las próximas elecciones.
La cara del político que tengo frente a mí no refleja la
satisfacción que debería producirle esa posibilidad. Es más:
observo un visaje en su rostro muy significativo. Parece
como si estuviera convencido de que la baraca de ZP puede
obrar el milagro que con tanto ahínco persiguieron los
anteriores presidentes del Gobierno. Lo cual me parece que
es un temor que está extendido entre la cúpula del PP.
Porque no hay cosa peor que luchar contra quien pareciendo
fácil de abatir, logra escabullirse de las emboscadas sin
perder la sonrisa y atreviéndose, nuevamente, a desafiar a
quienes no entienden que se intente dar vida a una segunda
transición.
De momento, me consta que en el seno del PP se sueña con
ganar las elecciones generales por escaso porcentaje de
votos, y para ello rezan sus dirigentes con que a ZP se le
caiga encima el tinglado vasco y si es posible que Maragall
continúe metiendo la pata hasta el corvejón. Si bien, en
este caso, el que se está desgastando es un Bono que tiene
metido entre ceja y ceja el tomarse cumplida venganza de
quien le arrebató la posibilidad de ser secretario general y
candidato a la presidencia. Un hecho que evidencia aún más
que el bobo de solemnidad, o sea ZP, no sólo ha leído a
Maquiavelo sino que lo interpreta a las mil maravillas. En
cuanto a Mariano Rajoy, un parlamentario extraordinario
cuando decide actuar por su cuenta y no presta atención a
las proclamas de la COPE ni a los consejos de Pedro J., lo
tiene crudo si no gana las elecciones. Puesto que las habrá
perdido representando un papel de ogro que no le va en
absoluto. Y se puede perder, mas no con las ideas de otros.
Así se lo dije a mi contertulio improvisado, en una tarde de
charla distendida.
|