Acabamos estas reflexiones con unos apuntes sobre la difícil
relación entre , por un lado, la autoproclamada tolerancia
del Islam y por otro su difícil engarce con un rico
patrimonio artístico que vulneraría alguno de los principios
coránicos.
Con todo y salvando el mundo árabe con su muy particular “aniconismo”,
en las sociedades islamizadas de Persia y la India el arte
del retrato alcanzó cierto esplendor dentro, eso sí, de las
élites cultas de las cortes safaví y mongola. El Islam, con
su modelo sociopolítico rígidamente aristócrata y
jerarquizado, distingue muy bien entre el pueblo sumiso y
obediente y su clase dirigente, quien actúa en ciertas
ocasiones con criterios muy diferentes como puede
comprobarse no yendo, precisamente, muy lejos. La pintura
figurativa alcanzó cierto esplendor en el Irán de la
dinastía qayarí (1779-1924) y aun hoy día, en el mundo del
shiísmo (la segunda gran corriente dentro del Islam) están
muy normalizadas las representaciones de Fátima, la hija de
Mahoma, de Alí y de Hussein. El importante museo “Topkapi”
de Estambul (antigua Costantinopla) alberga varias
representaciones de Mahoma.
Por lo demás y amparados, bien por el Estado (República
Islámica de Irán) o por la espúria financiación de los
petrodólares, importantes organizaciones islamistas no dejan
de, aprovechando el río revuelto, provocar directamente a
las tolerantes (desinformadas y a veces indefensas)
sociedades occidentales: así, la Liga Arabe Europea
ridiculiza, injuria e insulta la memoria del Holocausto
presentando, sin ir más lejos, a la pequeña Aña Frank (una
judía holandesa masacrada en Auchswitz) en la cama con el
genocida Adolfo Hitler. Y esto es solo la punta del iceberg.
Lo que no veo por ningún lado, ni en ésta ni en otras
provocaciones, son las condenas de asociaciones,
organizaciones e instituiciones islámicas con las que, sin
embargo, una gran mayoría de los ciudadanos occidentales nos
hemos solidarizado ante sus sentimientos heridos por las
caricaturas del profeta Mahoma.
En este caso como en otros muchos el concepto de
reciprocidad brilla por su ausencia -algo a lo que ya
estamos habituados- en los criterios de la “Umma”...
De hecho, aun estamos esperando -no solo los budistas- la
disculpa del mundo islámico por la infame voladura de los
Budas de Afganistán, Patrimonio de la Humanidad.
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