Según escribíamos ayer, el desarrollo de la caligrafía
cúfica y el arabesco abrió las puertas de la imaginación
artística. Se articuló toda una estética específica que
representara a los seres vivos, entre ellos la especie
humana, conceptualizando una forma que expresara la idea de
la figura contemplada huyendo de la reproducción específica
de la criatura individual, algo pues alegórico y
extremadamente simbólico y que, sobre todo, no encontrara
resistencias entre los guardianes del purismo, el dogma y la
más rancia ortodoxia.
Como advertía recientemente el profesor francotunecino
Abdelwahab Meddeb en declaraciones al diario “Liberation”,
no hay de hecho en el corpus ideológico del Islam un tabú
específico sobre la representación de la figura de Mahoma.
La radicalidad negativa se limita, específicamente, a la
representación de Alá/Dios.
Efectivamente, a lo largo de la Edad Media y tanto por
influjo de la rica iconografía cristiana como de las
exóticas tradiciones de la antigua Persia, nos encontramos
con representaciones directas de la figura del Profeta como
ocurre en el famoso manuscrito de Herat, escrito en el siglo
XIV y atribuído a Rashid Eddin.
De hecho y en ello coinciden varios autores, la negativa a
representar a Mahoma es una “manía” árabe mientras que, por
ejemplo, en áreas de influencia persa o turcomana como en el
Asia central, este rigorismo exacerbado sobre la figura
humana -y en especial la de Mahoma- se encuentra mucho más
atenuado. Incluso los artistas de origen turcomano emplean
numerosas alegorías, sustituyendo el rostro de Mahoma en sus
representaciones figuradas con una llama en forma de
almendra o una playa vacía, por poner dos clásicos ejemplos.
El auténtico rigorismo, el fanatismo, la regresión dogmática
y simplificadora tuvo lugar a finales del siglo XVIII con el
desarrollo, dentro del sunnismo, de la corriente wahabi
(surgida en la Península Arábiga en 1774 y actualmente en el
poder en Arabia saudí) que basó su éxito en las
persecuciones y la coerción de, incluso,sus correlegionarios
musulmanes considerados más “tibios” o desviados y que, en
la actualidad, amamantó la hidra del terrorismo islamista:
el salafismo yihadista. (CONT).
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