Acariciado por la brisa y el sol de esta luminosa tarde de
febrero, recreo la vista desempolvando el documentado
volúmen de historia del arte islámico (siglos VII al XIII)
de H. Steiner, en el que se reproduce una alegre y afamida
pintura mural de la sala de recepción de “Kusayr Arma” (el
castillo rojo, de hecho una construcción termal) construído
en la época omeya entre los “limes” de Siria y Jordania,
conocido como “ninfas saliendo de las olas” y en el que
aparecen unas jóvenes desnudas de generosos senos ante el
que el especialista alemán matiza: “La prohibición de
imágenes al parecer solo se aplicaba a las obras de
religión”.
Efectivamente, heredero del Judaísmo (La Biblia es tajante:
“No adoraréis a los ídolos”) y compitiendo con algunas
corrientes del Cristianismo (a excepción de la pujante
imaginería católica), el Islam (tanto en el Corán como en
numerosos hadices) se posiciona fimemente contra la
reproducción de imágenes, animales o humanas, por entenderlo
como una especie de “competición” con el Creador, el Supremo
Hacedor, Alá= Dios, viéndose reforzado su “anicomismo” por
las corrientes iconoclastas nacidas en el Bizancio cristiano
de los siglos VIII-X. Como explica el profesor Thoraval, “La
interdicción teológica de la imagen, inherente a la religión
musulmana, se encontró reforzada de esta manera por factores
externos e internos”.
El monoteísmo de Mahoma tenía por objetivo arrumbar los
cultos idólatras de las tribus arábigas preislámicas (una
competencia al fin y al cabo) aunque, tras conquistar La
Meca, se vió obligado a respetar las ornamentaciones
florales, paisajísticas o geométricas así como una piedra
caída del cielo, “La Kaaba”, muy respetada y que
rápidamente, con un gran instinto político, fue relacionada
con “el común padre Abraham”. El meteorito tenía, a lo que
se ve, una gran impronta mediática convirtiéndose
posteriormente en cuasi objeto litúrgico en la sagrada
peregrinación, uno de los cinco pilares del Islam. ¿No
estaríamos encontrándonos, en puridad, con una pervivencia
lastrada de un culto idolátrico?...?
En cualquier caso, estas directrices iconoclastas lastraron
y condenaron el desarrollo del arte escultórico en el Islam,
que se vió forzado a orientarse por ejemplo hacia el
embellecimiento de las letras (escultura cúfica) CONT.
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