Paralizado desde noviembre. Miguel Fábrega, director general
de Menores, no tiene noticias sobre el Plan de Repatriación
a Marruecos desde la última reunión mantenida en el seno del
Consejo de Políticas de Inmigración, a la que acudió la
secretaria de Estado en este ámbito, Consuelo Rumí. En el
encuentro se señaló como prioritaria esta actuación, que
comprendería la construcción de centros de acogida en
Marruecos, así como la repatriación y reagrupación familiar
de los menores sin acompañantes interceptados en territorio
español . Miguel Fábrega recuerda que en la reunión “había
unas expectativas fantásticas” sobre este asunto, pero que,
al parecer, se han diluido sustancialmente.
Ceuta acoge actualmente a un centenar de menores en los
centros habilitados para ello. Para su asistencia integral,
así como para actuaciones relacionadas, la Ciudad Autónoma
invierte cerca de 8,5 millones de euros anualmente, una
cantidad “difícil de asumir”, según señala Fábrega. Desde su
departamento se ha solicitado el incremento de las partidas
que se otorgan desde la Administración central “aunque sea
la subida del IPC; entendemos las dificultades que hay, pero
hace necesaria una revisión de las inversiones”, indica el
director general de Menores. “El Estado debería aportar algo
más”, subraya Fábrega que no olvida que el problema no atañe
sólo a España, sino también a Europa. La Unión Europea debe
implicarse en la financiación de las actuaciones locales,
entre otras razones, porque los servicios de la Ciudad
Autónoma no atienden sólo a 75.000 personas -en referencia a
todos los servicios locales: Sanidad, Educación, etcétera-,
sino a un alto porcentaje de población flotante. “Asumimos
un gasto muy importante en Ceuta”, explica Fábrega quien
señala que en la atención a los menores no se utilizan
prestaciones privadas: “las competencias asumidas son todas
de carácter público”. Algunas comunidades autónomas han
pensado en adoptar el modelo ceutí en este sentido, “porque
han comprendido que lo privado da a veces muchos problemas”,
explica el responsable local.
Marruecos, fundamental
Miguel Fábrega apunta al “papel fundamental de Marruecos” en
el futuro Plan de Repatriación. El país, cuyos servicios
sociales alcanzan niveles integrales, “necesita que se le
eche una mano” desde España y desde la Unión Europea. “El
mundo es ahora mucho más global”, constata Fábrega, “no sólo
debe actuar España”. La construcción de dos centros de
menores en el país vecino está también en el aire. Uno se
ubicaría en Nador y el otro, en Benin Mallal y acogería a
parte de los jóvenes tras la repatriación o antes. “Este
parón no es bueno; Ceuta no cuenta ahora con niveles
alarmantes, aunque sí algo preocupantes”, indica Fábrega. El
problema cuantitativo lo tendría ahora la comunidad andaluza
que soportaría cifras muy altas, como ocurría antes en la
Ciudad Autónoma, cuyo Ejecutivo “ha apostado mucho por los
menores, ha invertido en la creación de un buen servicio y
ha valorado totalmente la situación”, subraya el responsable
ceutí que es partidario de estudiar, en la medida de lo
posible, los casos individuales de cada menor de cara a
evitar situaciones que los perjudiquen si son devueltos a
sus casas con sus familias. Pero la solución no es otra que
impulsar el Plan de Repatriación para evitar “el desarraigo
social” cuando los jóvenes se separan de sus núcleos de
origen. Fábrega, en este punto, aboga por intervenir menos
en las formas de actuación en Marruecos, es decir, si la
entrega de menores ha de hacerse a la familia personalmente
o a los servicios sociales competentes, ¿por qué no abrir la
posibilidad de de dejar a los menores en manos de las
autoridades, para que gestionen su vuelta a casa?. “Tenemos
que confiar en un país que es soberano”, señala Miguel
Fábrega que piensa que de este modo se agilizaría el proceso
de repatriación. Un camino que de momento sigue cortado; los
protagonistas, los menores.
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Alrededor de una docena de menores deambula por las calles
A pesar de que la mayoría de los
menores se encuentran acogidos en centro ceutíes, una docena
de ellos deambula por las calles de la ciudad. “Esto no es
una cárcel”, señala Miguel Fábrega, “no podemos retener a
nadie”. Son jóvenes que no quieren quedarse en el centro y
prefieren buscarse la vida de forma irregular pero por su
cuenta. Por eso, el director general de Menores considera
contraproducente que los ciudadanos den dinero a los chicos.
De esta manera “sólo se consigue que no quieran volver al
centro”, argumenta, además de explicar que en las
instalaciones locales se les ofrece una atención integral:
comida, higiene, educación, ropa e incluso “una paga si se
portan bien”. La limosna sólo entorpecería la labor de la
Administración local. El resto de los jóvenes conviven en
diferentes puntos. El que más aglutina es La Esperanza,
donde hay menores de nacionalidad marroquí solamente; el
centro Mediterráneo, acogería a menores de doce años, con
diversos orígenes: subsahariano y asiático; San Ildefonso,
ubicado en la barriada del Príncipe, tiene algunos menores
extranjeros de hasta seis años; en el Centro de Reforma (que
actualmente está en proceso de ampliación, con obras por
valor de 800.000 euros que dotarán a las instalaciones de 14
plazas más) el 80% de los residentes son extranjeros.
También hay dos pisos tutelados.
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