Cuando aún no se han apagado los
ecos de la histórica visita de José Luis Rodríguez Zapatero,
lo acontecido ha dejado un más que buen sabor de boca y un
regusto a confianza que no ha dejado indiferente a nadie.
Se podrá decir más a favor o en contra, podrá opinarse de
cualquier modo, pero de lo que nadie podrá hablar es que no
haya sido el gesto simbólico de mayor calado habido en los
últimos tiempos para con Ceuta desde el Estado, y todo ello
pese a que el Gobierno Central -desde hace unos seis años
hasta ahora- está apostando por un apoyo decidido a la
Ciudad Autónoma en consideración y justicia con lo que
soporta.
Desde la perspectiva neutra del hecho simbólico referido,
los ceutíes no pueden estar más satisfechos con la visita.
Los unos porque pese a lo inicialmente previsible con cierta
ligereza, han visto compensado con la llegada de Zapatero la
falta de credibilidad a la que, por una razón o por otra,
estaban sometidos. Y los otros porque la visita ha supuesto
el conocimiento directo de numerosas reivindicaciones, casi
históricas, y que se ha llevado el presidente de primerísima
mano al Palacio de la Moncloa.
No ha hecho falta escudarse en siglas políticas porque la
población ceutí ha sabido percibir la importancia histórica
del momento y con el mayor de los respeto, ha mostrado el
verdadero talante de una sociedad que se ha comportado
madura, correcta y altamente respetuosa, derrochando cariño,
calor... agradecimiento en defnitiva por lo que significa
que el presidente de los españoles pisara este trozo de su
propia casa para abrir las ventanas y dejar entrar la luz y
el renovado aire de la “tranquilidad, del aliento y de la
confianza” -como argumentó el mismísimo presidente de Ceuta,
Juan Vivas-.
La jornada de hoy viernes prosigue a ritmo político porque
uno de los personajes que mas cariño derrocha hacia Ceuta,
Javier Arenas, la visita
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