Si bien no vamos ahora a discernir
si en 2000 y 2004 José María Aznar visitó Ceuta en un acto
propio del Partido Popular y en su persona se hallaba -no
obstante- el rango de presidente de la nación, en esta
ocasión y sin actos de partido de por medio, un presidente
del Gobierno de nuestro país, enfundado oficialmente como
tal, ha pisado esta tierra un cuarto de siglo después de que
Adolfo Suárez lo hiciera en el inicio de la mítica década de
los 80.
Una visita de este calibre lleva inherente, para desgracia
de los ceutíes y de los melillenses, la vinculación
permanente y la atención mediática a lo que pueda opinar
Marruecos buscando un interés extraño y dando demasiado
pábulo a quien ni debe, ni puede exigir, reclamar o
solicitar lo que no fue nunca, ni es, ni será suyo.
Por otro lado, Ceuta que es española mucho antes que algunas
de las regiones peninsulares, debe soportar cierta falta de
rigor y gran desconocimiento de lo propio entre los mismos
españoles cuando leemos en algunos medios la muy
desafortunada nomenclatura de “plazas” al referirse a Ceuta
y Melilla. Nunca a un español de Ceuta se le ocurriría
hablar de la plaza de Almería, la de Cuenca o, incluso, las
de Canarias.
Aún así, el hecho de la separación de 19 kilómetros de la
Península que nos otorga la extrapeninsularidad por la
ubicación geográfica en el norte de Africa, no debe ser
motivo de preocupación entre nosotros mismos demandando la
ratificación permanente de un hecho absolutamente
incuestionable como es la españolidad de Ceuta, o la de
Melilla.
El que Ceuta y Melilla se encuentren entroncadas en la
mismísima organización territorial del Estado, como no podía
de ser de otro modo, -tras el ‘taconazo’ de Andalucía en el
79- manteniendo representantes en el Congreso y en el Senado
y, siendo una Autonomía más (aún se puede mejorar) en la
ordenación administrativa del país, debe ser suficiente como
para dejar de reclamar lo evidente.
Sin embargo, de momento, se da por bueno el silencio aunque
sólo sea por el hecho de la visita oficial como tal, de un
presidente de Gobierno. Algún día éstas dejarán de contar
con la catalogación de históricas por ser algo natural y
normalizado.
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