Rajoy viajó a Roma a la búsqueda de la bendición papal y, de
paso, a contarle a Benedicto XVI los problemas de una España
que, según Aznar, pueden terminar en la “balcanización” del
país. Es decir, en una lucha fratricida. Al menos, así lo ha
manifestado el ex presidente en el semanario portugués
Expreso. Aznar se ha convertido en mensajero del miedo y
cada vez que habla es para procurar que a los españoles nos
entre un canguelo capaz de aflojarnos el vientre hasta que
dejemos de pensar en sus predicciones. Las cuales,
ciertamente, no son de mucho fiar. No hay más que acordarse
de lo que dijo en relación con las armas de destrucción
masiva que obraban en poder de Sadam Husein. No me extraña,
pues, que mientras continúe perorando con la calavera
prendida en el pecho, sus admiradores ceutíes, tengan
postergada la intención de hacerle hijo predilecto de esta
ciudad. Y es que a un hombre tan obsesionado con que el
Gobierno socialista sólo nos traerá desgracias y hasta
posible rugir de cañones, hay que recomendarle que acompañe
a Rajoy en su visita a Cádiz: ciudad que ha elegido éste
para principiar a pedir firmas para que España sea una única
nación y todos los ciudadanos iguales. Y a ver si en la
bahía gaditana, y concretamente en el barrio de la Viña,
junto al grupo de corifeos que acompaña siempre a la
indecible Teofila Martínez, consigue alegrarse la vida y
erradicarse la España profunda que lleva en sus interiores.
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