No nos gustó nada cuando salió
ardiendo la iglesia de San José; tampoco nos gustó nada en
absoluto que se apedreara la sinagoga y tampoco nos ha caído
nada bien el hecho de que haya ardido, provocado, el
santuario -llamado Morabito- del cementerio de Sidi Embarek.
La policía, nos consta, ya está detrás de algún o algunos
elementos sospechosos.
Cierto es que no hace mucho, unos cuatro meses, el mismo
santuario fue noticia cuando el encargado del mantenimiento
del mismo halló dos bombonas de camping gas preparadas para
provocar algo parecdio a lo que sucedió en la madrugada del
domingo al lunes.
Entonces, no sólo fue denunciado el hecho ante los medios de
comunicación que se hicieron eco del suceso, sino ante la
policía. Desconocemos si como consecuencia de ello se
efectuaron invesigaciones posteriores para esclarecer lo
que, entonces, parecía un asunto nada claro, más bien turbio
donde podrían haber ciertos intereses del llamado sector
“fundamentalista”. Hipótesis de campo utilizada, en función
de la dirección a la que apuntaban ciertos hechos de
entonces.
En todo caso, fundamentalista o no, que eso es de momento
irrelevante, lo que más daño ha provocado es que el
santuario o morabito databa de hace nada menos que 400 años
y se dice que fue lugar de acogida del propio Sidi Embarek,
un guerrero árabe del siglo XVI. Lo cual ha supuesto un daño
al Patrimonio ceutí realmente importante.
A partir de ahora, se deben establecer dos prioridades. Por
un lado, desde el ámbito de la investigación policial
tendente a descubrir al mal nacido o los mal nacidos que se
han atrevido a dañar irremisiblemente uno de los lugares
protegidos por nuestro patrimonio histórico-cultural y por
otro, también trascendente, encaminado a la pronta
reconstrucción tras una evaluación detenida de los daños.
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