Teniente general convencido de que los militares no son los
únicos depositarios del amor a España. Por esa forma de
pensar, pudo enfrentarse a quienes irrumpieron en el
Congreso de los diputados dispuestos a darle matarile a la
democracia. Su gesto en el hemiciclo, con las cámaras de
televisión siguiéndole, lo hizo grande en una España donde
había una peligrosa y vieja guardia defensora del régimen
que durante 40 años estuvo rigiendo los destinos de ésta.
Militar liberal, y discretamente democrático, confirmó su
lealtad al Rey y a la Constitución cuando no se dejó
intimidar por Tejero y sus acompañantes. Zarandeada, pero no
derribada, su figura pequeña y enjuta dio la vuelta al mundo
y se convirtió en un símbolo de una libertad española,
acorde con los tiempos modernos. Su manera de proceder y,
desde luego, su gesta en el Congreso de los diputados, lo
puso frente a la amenazante línea de odio africano que le
profesaban muchos de sus compañeros de armas. Sin embargo,
su nombre seguirá figurando, de manera destacada, en la
mente de los españoles que continúan creyendo que todo tiene
arreglo mediante el diálogo y la condena en las urnas de los
partidos que traten de alterar la convivencia haciendo suyas
las ideas de Ezquerra Republicana. Un suponer. Nos alegramos
de que así piense también Félix Sanz Roldán: Jefe de Estado
Mayor de la Defensa (JEMAD).
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