A la una y cuarto todavía hay una larga fila rodeando el
edificio principal. El turno de comida se prolongará hasta
las dos. El despacho de Santiago Pérez se emplaza en una
construcción más pequeña, junto a parte de los servicios
administrativos del Centro de Estancia Temporal para
Inmigrantes de Ceuta. Pérez comerá más tarde. Desde que en
2001 ocupó el puesto en la dirección del CETI, un trabajo
“que no cambiaría por nada”, ha visto crecer las
instalaciones del Centro: nuevas aulas de formación,
entretenimiento, y salas de ocio. El número de residentes
también ha ido incrementándose, aunque de forma escalonada:
la llegada a la valla en septiembre de un gran grupo de
subsaharianos trajo de golpe al CETI a unas doscientas
personas. “A principios de octubre habría setecientas”,
explica, “a partir de ahí, hemos ido bajando”. La
estabilidad es, a juicio de Pérez, lo que ha caracterizado
la cotidianidad en un centro que “nunca ha estado saturado,
ni ahora ni en el mes de octubre; se acogió a los
inmigrantes en menos de 24 horas y no usamos tiendas de
campaña. Ese mismo lunes las clases ya se desarrollaban con
normalidad”. Para ello, el CETI puso en marcha parte del
plan de emergencia diseñado desde la Delegación de Gobierno
para situaciones especiales en zonas fronterizas. ¿Funcionó?
“La valoración es buena, hubo rapidez y eficacia en la
acogida”, indica Pérez, que añade que hubo una coordinación
y comunicación fluida entre los departamentos que tuvieron
que intervenir: la Sanidad pública, Policía, Guardia Civil o
la Oficina de Extranjería. “Las cosas rodaron muy bien”.
Dejando a un lado lo ocurrido en el mes de septiembre, el
origen subsahariano (Mali, Congo, República de Guinea) no es
el mayoritario, ni siquiera el argelino, un colectivo que
está entre el diez y el veinte por ciento de la población
residente y que, según explica Pérez, varía mucho en número.
Los inmigrantes asiáticos han copado el año 2005;
procedentes de India o Bangladesh, toman vuelos que les
llevan hasta Marruecos y desde allí, cruzan a Ceuta. Una vez
en el CETI, reciben “un tratamiento global que tiende a
cubrir todas las esferas. Hay un equilibro profesional entre
los psicólogos, trabajadores sociales, el departamento
sanitario y el jurídico”. A lo largo de la primera semana
asisten a una charla informativa con cada departamento,
incluido el de formación. “Es la primera toma de contacto”,
explica el director. Tras conocer los servicios del centro,
se realiza una valoración del estado mental del inmigrante.
Los psicólogos del CETI suelen encontrarse con problemas
emocionales tipo, como la depresión o los estados de
tristeza e inactividad prolongados, fruto de una situación
extraña, del alejamiento familiar o a causa del ‘simple’
shock de la llegada. Una vez inician las rutinas del centro,
el residente vive en régimen de libertad; sus datos se
plasman en una tarjeta que le sirve para entrar y salir de
las instalaciones cuando quiera, con un único límite de
horario entre las once de la noche y las siete de la tarde.
También son obligatorios los tiempos para las comidas. “El
resto del día pueden hacer lo que quieran”, explica Santiago
Pérez a quien le gustaría que subiera la participación en
las actividades formativas y de ocio que oferta el CETI:
charlas sobre las enfermedades de transmisión sexual, clases
de informática y de castellano, juegos o lectura en la
biblioteca. “Cada uno decide lo que le conviene”. Pérez
considera que la existencia de alternativas en el tiempo de
descanso es enormemente positivo para estimular a los
residentes, pero se respetan las elecciones personales.
También es importante manejar personalmente la relativa
libertad en la que se mueven los inmigrantes, que esperan en
el CETI la resolución de sus peticiones de asilo,
residencia, o cartas de sus familias.
Cerca y en perspectiva
Santiago Pérez, tras cinco años al frente de la institución,
ha ido acercándose a un fenómeno “que se va normalizando y
entendiendo a pesar de su rapidez; por eso hay que seguir
trabajando en sensibilización y en integración”. El director
del Centro de Estancia Temporal considera que la
generalización persigue a los inmigrantes: “la sociedad
tiende a hacerlo, y es un colectivo que engloba a mucha
gente”. El giro está en “salir de esa generalización, que
dramatiza mucho la situación, y mirar al de al lado. Persona
a persona el fenómeno no es tan dramático”, explica Pérez.
El de al lado es el vecino, el compañero de trabajo o el
tendero de la tienda de ultramarinos de la esquina; personas
con las que se establece un lazo más o menos continuado y
con las que uno comparte, al menos, unas pocas palabras a
diario. “Hay que humanizar el fenómeno, darle una cara.
Ponerle rostro lo normaliza y lo humaniza”. Pintar los
rasgos de personas que comparten, a juicio de Santiago
Pérez, “la huida”. “Más que la búsqueda de algo concreto, el
inmigrante huye de un país en el que no hay expectativas de
futuro”. Así “llegan a la Unión Europea en la que tratan de
mejorar su situación personal”.
Ceuta es una de las puertas de entrada pero si les resulta
más fácil hacerlo a través de Italia, esa es la vía elegida.
Además, para muchos, España es sólo un lugar de paso antes
de seguir subiendo. Europa, y no sólo España, sería el
destino. Y como tal, la UE (sobremanera, tras los hechos de
septiembre) visitó la ciudad, y el CETI, en dos ocasiones. A
juicio de Santiago Pérez, el Centro ofreció y ofrece una
imagen buena y “transparente”. La llegada masiva a la valla
y las labores posteriores de acogida se “estaban
sobredimensionando fuera. En Ceuta sabíamos lo que pasaba,
pero fuera quizá no”. Por eso, “esas visitas nos dieron la
sensación de no estar solos”, y apoyaron el trabajo de
normalización de las actividades. Santiago Pérez se refiere
ya a todas ellas: desde De la Vega, pasando por Mariano
Rajoy, y llegando hasta las Comisiones de la UE. Eran
importante, además de por su sola presencia, porque “traían
proyectos, ideas y todos los medios que hiciera falta para
realizarlas”.
La mediatización de los hechos de septiembre llevó a la
ciudad y al CETI a las primeras páginas de los diarios
nacionales e internacionales. Y si Ceuta dio la talla
mediática, el país fue de la mano con ella. “Los españoles
fueron bien valorados en la UE”, concluye Santiago Pérez que
se dispone a posar para las fotografías con una leve
sonrisa.
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‘Director-coordinador’: “Si el CETI va bien es bueno para la
ciudad”
“La complejidad del centro radica
en que aquí no somos homogéneos; hay personal de
administración, oenegés como Cruz Roja o CEAR, y empresas
privadas que se dedican a la limpieza, seguridad,
mantenimiento de las instalaciones o a la distribución y
elaboración de las comidas”. ¿Y qué hace entonces a diario
el director del Centro de Estancia Temporal para
Inmigrantes?. “Coordinar el trabajo de todos los
profesionales”, responde Santiago Pérez, “valorar las
necesidades, ver en qué fallamos; más que el día a día es la
planificación de los organismos”. Este madrileño de 37
primaveras dice que “no cambiaría este trabajo, con todo lo
que tiene, por nada”. ¿Por qué? “Porque te da mucha
satisfacción, con efectos muy inmediatos. Lo que haces da
sus frutos”. Pero Santiago Pérez no va a ningún lado sin su
equipo, ya que “un grupo tan profesional como éste es muy
difícil de encontrar”.
Y lo encontró en 2001 (el CETI abrió sus puertas en 2000),
año en el que aceptó el cargo de director de la institución,
“una de las mejores decisiones de mi vida”. Pero Santiago
Pérez desembarcó en la ciudad unos años antes, procedente de
Inspección Provincial de Trabajo y Seguridad Social de la
capital española. Y llegó, según explica, sensibilizado con
el ámbito de la inmigración, “un reto al que nos íbamos a
enfrentar”, no sólo en Ceuta sino en todo el país. A raíz de
una conversación con integrantes del Imserso,”vimos que yo
podría encajar en la dirección del Centro”, explica Pérez,
quien asegura que dio el paso convencido aunque “con cierto
grado de preocupación”. Pero la profesionalidad del equipo
del CETI “es lo que nos permite seguir trabajando; no hay
palabras para definirlos”.
“Si el CETI va bien es bueno para la ciudad”, y por
consiguiente, para todos los ceutíes. Su hijo, nacido en
Ceuta, es ya caballa, y se lo merece.
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