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OPINIÓN - SÁBADO 21 DE ENERO DE 2006

 
OPINIÓN / COLABORACIÓN

Las violencias en la sociedad

Por José Rico Sogorg


En la actual situación de cualquier violencia y más en la doméstica o de género -habría que globalizar de forma integral aludiendo al plural 'géneros' incluyendo a la minoritaria violencia contra el hombre- se ha encendido la alarma. La luz roja indica que algo muy grave sucede.

Cuando hemos arribado a tal extremo, es que algo no va bien en esta monstruosa y hostil sociedad cuya 'salud' psíquica parece no estar muy cuerda que digamos. Hemos pasado brusca y radicalmente de la antaño ausencia de casos porque se callaban y ocultaban, a la actual masificación de delitos -incluyendo muertes- y denuncias.

Perjudicial fue lo de antes y perjudicial es lo de hoy. Y tan ' enferma ' estuvo la sociedad del pasado siglo como lo está nuestra sociedad. Sociedad hostil y exageradamente competitiva que genera ´violencia de per se. Violencia verbal, física, moral, medioambiental, psicológica que se manifiesta en todos los sectores y en todos los lugares del mundo.

En los deportes, en las aulas, en los hogares, en las calles, en las empresas, en foros políticos, en internet; por doquier. Entre niños y entre adultos. Entre sexos. Contra animales. Y contra todo. Fiel reflejo en la sociedad, de la imperfección, de la degradación ético-moral del ser humano.

Quizá ya no sirva la colectividad, lo social. Tal vez cabría cultivar el individualismo desde un nuevo humanismo donde se busque la superación y el crecimiento de la persona, del ser.

Es urgente y necesario que políticos, gobernantes, profesionales, expertos, fuerzas de seguridad, legisladores, víctimas y agresores; se sienten todos juntos una vez más para analizar la situación actual y poner freno a la masificada violencia de género y de géneros.

Porque, una sociedad destacadamente violenta es signo de pobreza moral, no encara adecuadamente su futuro, camina hacia su autodestructiva degradación y supone una negativa herencia a sus próximas generaciones.

De todo el Estado, Canarias, Ceuta y Melilla son las más afectadas. El problema no les es ajeno ni extraño. Por desgracia Ceuta lidera el ranking estatal de delitos por violencia sexual con 45 casos, suponiendo el 85 por ciento de la totalidad. Sus juzgados están saturados de denuncias por violencia doméstica y sus comisarías tienen demasiado trabajo. Aunque insuficiente pero necesario, el reciente convenio Colegio Abogados-Consejería Bienestar Social con la aplicación de medidas urgentes, es un paso adelante. En el resto de España también han aumentado aunque quizá en menor nivel, toda clase de violencias, siguiendo la tónica general. Al parecer, el exagerado aumento de las violencias está relacionado con la incultura, con la delincuencia, con la inmigración ilegal, con los barrios marginales y pobres. Esto no justifica el racismo ni la xenofobia, ni todos los inmigrantes son violentos ni delincuentes. Es cierto que se dan casos -aunque minoritarios- en el sector de la población no marginal, con estudios y medios económicos. Habría que hacer profundos estudios sociológicos de toda la población española pormenorizados y detallados por zonas, para descubrir qué factores generan la violencia y por qué ésta se desata tan exageradamente y así poder aplicar soluciones adecuadas.

Pero tenemos un debate sobre las consecuencias de la ley de Violencia de Género entre afectados -de ambos sexos y variadas edades- técnicos, especialistas profesionales, políticos y administraciones públicas. Parece que unas partes implicadas demandan una ley integral -consideran insuficiente y parcial la actual legislación- y otras, las minoritarias -violencia contra el hombre- en lugar de globalizar, piden que su caso sea reconocido mediante una norma especifica o como mínimo dentro de una nueva ley integral que recoja todos los casos y ampare a ambos sexos. El tema, muy importante, así lo requiere. Estamos ante un mal a erradicar en pleno siglo XXI. Un mal tan importante como lo son el sida, el paro o el terrorismo.
 

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