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OPINIÓN - VIERNES 20 DE ENERO DE 2006

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

Dice la canción de Los Marismeños que “algo se muere en el alma cuando un amigo se va”.

Pero cuando la perdida es importante, cuando ese amigo es más que un amigo, los cristalitos de mil colores en los que se rompe el alma se convierten en pequeñas partículas difíciles de detectar.

Te has marchado amigo, sin que pudiese darte el último adiós, a pesar de estar tan cerca y a la vez tan lejos de ti. Sólo nos separaban escasos metros las habitaciones que, cada uno de nosotros, ocupabámos en el hospital.

Supe que estabas allí el dia que ingresé para ser intervenido quirúrgicamente veinticuatro horas más tardes.

Me lo dijo Lolita, tu esposa, que estabas en la UCI y que te pasabas el día protestando porque querías que te enviasen a planta para estar con los tuyos.

Es más, diré, me han comentado que acusabas a los doctores de tenerte secuestrado en la UCI.

Si, ellos, te hubiesen conocido como te conozco yo, seguro que te hubiesen enviado, lo más rápido posible a planta, porque el estar con tu familia, esa familia que tanto adorabas, era la mejor medicina que se te podía ofrecer.

Después imposible ir a verte porque la intervención me tenía sujeto a la cama sin poder moverme.

De todas formas, mi querido diré, porque tú para mi siempre serás el diré, no te voy a decir adiós porque has dejado una huella lo suficientemente profunda en mi alma, para tenerte siempre presente.

En ese eterno recuerdo, seguro que me vendrá a la memoria, cada vez que te tenga que recordar, los años que trabajamos juntos en “El Faro”. ¡Que tiempos aquellos, diré!.

Han sido tantas y tantas las horas compartidas juntos, que las anécdotas surgen con las mismas fuerzas que ese manantial de alegría que ,cada día, imponías en la redacción a pesar del cabrero que se nos cogía Bolea, porque no le dejábamos escuchar a su At. de Bilbao.

Recordándote, me viene a la memoria, el olor inconfundible del plomo de las linotipias donde, Pepín de Loma, se afanaba, cada noche, en tratar de averiguar que es lo que habíamos escrito en aquel amarillento papel, producido por esas viejas máquinas de escribir que, en la mayoría de las ocasiones, las cintas carecían de la tinta suficiente para dejar impregnado el papel de cualquier signo.

Las horas eran lentas, porque teníamos que esperar que nos subieran la prueba para corregir y enviarla, de nuevo, a los talleres para que los linotipistas hiciesen las correcciones oportunas.

Y era en aquellas horas muertas, donde dábamos paso a la rápidez mental, jugando con las palabras buscando el doble sentido de la frase.

En ese juego, diré, tengo que reconocer que eras todo un maestro al que era casi imposible batir.

Recuerdo, diré, que basándome en ese juego, inicié mis escritos de colaboración en “El Faro”, en plan humor haciendo jugar las palabras hasta conseguir el doble sentido de las mismas, que tanto terminaron gustándole a los lectores.

Ese camino emprendido, es justo reconocerlo, te lo tengo que agradecer, puesto que tú me marcaste la línea a seguir en esas primeras colaboraciones en el periódico.

Como verás, diré, no me he dedicado en estas columnas a contar todas las grandes virtudes que poseías. No es mi estilo, tú bien lo sabes y, además, estoy seguro no te hubiese sentado nada bien.

Eso de que vinieran a decirte o recordarte lo buena persona que eras, para todo quisqui, te sentaba una jartá de mal, porque pensabas, bien pensado por cierto que las cualidades que poseía cada uno, nadie debe venir a decirselas, dándole golpecitos en las espaldas, a sabiendas que después de esos golpecitos podría venir, con toda seguridad, la puñalada trapera dada por el Bruto de turno.

Han sido muchísimas las ocasiones en que nos hemos encontrado por la marina y hemos recordado, en nuestras multiples conversaciones aquellos tiempos en que ambos estábamos en ”El Faro” y las multiples anécdotas que habían ocurrido durante todos esos años y en aquellas noches interminables, mirando desde la ventana de la redacción como, Baldomero, se esforzaba en colocar otro ladrillo a la rotativa a ver si arrancaba de una...vez.

Así es como quiero recordarte, diré, con la sonrisa siempre presta para alegrar la vida a los demás, jugando con las palabras, en ese juego del doble sentido, como sólo tú sabías hacerlo, sacándole punta a todo lo que se te ponía por delante.

En fin, diré, que con el mismo respeto y cariño que, siempre, te he tenido voy a terminar este escrito donde sólo he dado, con tu permiso, unas pinceladas de toda una vida dedicada al periodismo sin salirte, para nada, de tus ideas que anteponías por encima de todo.

Tu línea de conducta,se ha mantenido inamovible durante toda tu vida, lo que te dignifica como hombre.

Alla donde estés, sé que seguirás jugando con las palabras, ganándole a los ángeles.
 

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