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OPINIÓN - JUEVES, 19 DE ENERO DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Echen a volar la imaginación
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

He leído lo que se ha venido escribiendo sobre el juicio contra Susana Bermúdez, a la que sentaron en el banquillo, junto a Cazalla, su marido, y a Sampietro, el cual se benefició del voto de la tránsfuga para convertirse en presidente de una ciudad desconocida para él. Así, el bon vivant catalán, afincado en su día en la Costa del Sol, para beneficiarse de la sombra protectora que emanaba de la figura oronda de Jesús Gil, consiguió lo que ni siquiera soñando habría podido creerse: ser presidente de Ceuta.

Ni él pudo llegar a tanto ni esta ciudad merecía tan grande castigo, por más que fueran sus ciudadanos, casi mayoritariamente, quienes decidieron el triunfo de los gilistas en las urnas y salieran a las calles proclamando una victoria que, según decían, haría de Ceuta un edén.

Pero, al margen de la actuación decisiva de una Susana manipulada y de si cobró por la decisión de todos conocida, que es lo que se ha estado juzgando estos días, conviene recordar que todo cuanto ocurrió fue posible porque existía una enorme animadversión contra Jesús Fortes: entonces, presidente de la Ciudad. Una hostilidad que se había ido generando contra él, auspiciada, sorprendentemente, por personas que formaban parte de su círculo más íntimo. En algunas ocasiones, he manifestado que Fortes se negaba a creer que le estaban juntando chinitas con los pies, es decir, que le estaban preparando una disimulada traición que terminaría haciéndole perder la presidencia.

Se sentía tan dueño de la situación y tan convencido de que su poder contaba con los cimientos suficientes para aguantar lo que se le venía encima, que incluso se atrevía a discutir en local público, situado en la calle Pedro de Meneses, sobre cuestiones que iban horadando su prestigio y proporcionando argumentos a compañeros de su partido que no querían ya verlo ni en pintura.

Dado que en aquel tiempo a mí me enviaban cartas procedentes del partido de Fortes -las conservo todas- para ponerme al tanto de interioridades que sólo podían conocer miembros muy cualificados del PP, seguí con suma atención los acontecimientos y hasta me permití contarle al traicionado cuanto se estaba fraguando contra él. Y que si quiere arroz, Catalina. Jesús se mantenía en sus trece de no tomar en consideración la conspiración urdida para convertirlo, más pronto que tarde, en un ex presidente de la Ciudad.

Cuando el día electoral se hizo noche y se supo que el GIL estaba arrasando en las urnas, en la sede de Real 90 los había que mostraban la alegría de los ganadores. Parecía, mismamente, que ciertos populares estaban enormemente satisfechos con las votaciones.

Todavía recuerdo perfectamente la imagen de Jesús Fortes entrando en su despacho, procedente de la Delegación del Gobierno y sabedor ya de cómo el GIL tenía votos para dar y tomar, con su rostro demudado y que propició corrillos donde hubo sadismo en las risas y soeces comentarios contra él.

Menos mal, que, contra pronóstico y causando enorme desilusión entre los acérrimos enemigos de Jesús Fortes, Mustafa Mizzian, Mohamed Chaib y Hakim Abdeselam se pusieron a las órdenes de éste para evitar que Sampietro accediera a la presidencia, momentáneamente. Duro golpe para propios y extraños, que hicieron todo lo posible para que el PDSC desistiera de su empeño en ayudar a la causa de Jesús Fortes. Causa que estaba marcada en negro y carente, por tanto, de vida.

Lo de Susana Bermúdez, ahora que el jurado popular habrá deliberado ya si es o no culpable de cohecho, fue otra medida encaminada a quitarse a Jesús Fortes de en medio. Piensen ustedes, pues, lo que les plazca. La imaginación, como loca de la casa, está al alcance de todos. O sea.
 

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