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SOCIEDAD - JUEVES 12 DE ENERO DE 2006


SALA DE ESPERA. ASLE

RELIGIÓN / FIESTA DEL SACRIFICIO
 

Los corderos multilingües
bailan la Pascua en el suelo

La familia de Hadil celebra el sacrificio con cinco corderos de origen rumano, turco, sirio e iraní, de 175 euros cada uno
 

El cordero pega sus últimas sacudidas en el suelo de la antigua vaqueriza, que se prolongan durante un par de minutos. Cuenta la tradición que si el animal se mueve mucho, la familia tendrá larga vida; en casa de Hadil, la vejez está asegurada tras un sinfín de brincos y cabriolas a ras de tierra. Las niñas observan la escena entusiasmadas. Aún quedan cuatro más por sacrificar, “son corderos multilingües”, bromea Hadil, porque tienen origen rumano, turco y sirio. Los animales se han reservado con diez días de antelación y los han comprado por 175 euros por cada uno. Yaser, su hermano, tiene una explotación ganadera, “por eso la casa está mejor preparada”. Junto al resto de hermanos, se encarga del sacrificio y de quitar la piel del ovino para que después, las mujeres del clan, limpien las vísceras, quemen lo sobrante y dejen reposar la carne en agua con limón durante 24 horas.

Noor, Shirine y Aya no paran; las más pequeñas revolotean alrededor de sus padres y abuelos, curiosean por todas partes, “no ves como no está muerto, todavía se mueve”, dice Noor. Están muy atentas, saben que es un día importante que precede a 48 horas de digestión lenta: pinchitos de hígado, té de hierbabuena y dulces morunos. El futuro festín tiene una premisa: “se trata que el animal sufra lo menos posible”, señala Hadil. En su barriada, ‘El príncipe’, la mayoría de vecinos hace el sacrificio en sus casas. Las familias van a las carpas o al matadero municipal cuando no tienen un espacio apropiado, pero en la zona, hay, al menos, un matarife en cada domicilio particular. La secuencia se repite en las calles de la barriada; los hombres dan el corte de gracia, las mujeres separan el material comestible y los niños se agrupan para ver la película.

En casa de Hadil, el último cordero no se resiste, los gritos y los pataleos de los anteriores ovinos han servido para relajar al animal que recorre valiente los veinte metros que separan su redil de la vaqueriza. La fotografía final del habitáculo es muy colorista: rojo coagulado, blanco lanoso y verde; el de la manguera con la que riegan y limpian el espacio.

El sacrificio concluye en regla porque la vaqueriza tiene tanto desagüe y toma de agua, como los ganchos preceptivos que el matarife profesional debe usar para colgar la pieza. Después, los residuos son trasladados a los puntos de recogida de la pascua musulmana. Todo está en regla.

Pascua

Son tres días de mucho comer, sobre todo pinchitos de hígado a la brasa. La familia de Hadil tiene en mente un menú más elaborado, “depende de las nociones culinarias de cada uno”, explica su madre. Ayer cenaron vísceras, la carta de hoy es más variada: ‘cuscus’ con cabeza de cordero, dulces con miel y almendras, para el mediodía, y pinchos macerados y condimentados con sesenta especias para la noche. Tras cenar ‘shuza’, el último día festivo en casa de la pequeña Aya es especial. Su madre, su tía y la abuela cocinarán ‘chalía’ para toda la familia, pero el agua de la tetera no parará de alcanzar el punto de ebullición. “Es una comida muy fuerte, se suda mucho y se necesita mucho té para digerirla”, explica Hadil. La abuela preparará la carne almibarada con nuez moscada, canela, sésamo, almendras y jengibre y, además, cocinará ‘del- â’ -costillas condimentadas-. De los borregos ya no quedará nada en su versión original. Los tres días son jubilosos. La familia celebra la pascua durante horas, de fondo, suena la música.
 

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