Corría el mes de julio cuando se publicó la noticia de que
ya existía una entidad bancaria dispuesta a financiar la
deuda de la Asociación Deportiva Ceuta. Cuya presidencia
había decidido abandonar José Antonio Muñoz. Al día
siguiente, y en El Oasis, columna de la contraportada de
este periódico y bajo el título de Las cosas claras,
escribía yo la poca atención que los aficionados le habían
prestado a la decisión tomada por un hombre que había
conseguido que el primer club de la ciudad jugara seis
promociones de ascenso y que el Barcelona rindiera visita al
Alfonso Murube para jugar una eliminatoria de la Copa del
Rey, además de los enfrentamientos con otros clubes de la
Primera División.
E insistía, tachándolo de injusticia, que se estaba más
pendiente de las críticas acerbas que se hacían contra él
que a las dificultades que tendría su sustituto para evitar
que el equipo no pasara las de Caín para salvar la
categoría. Para argumentar una opinión tan complicada, me
basaba en la enorme dificultad que entraña formar una
plantilla con garantía de éxito para quienes carecen de los
conocimientos precisos.
En otro párrafo de la referida columna, respondía de la
siguiente manera a lo que por aquellos días declaraban las
autoridades sobre la formación de un conjunto para mantener
la categoría e ir dando oportunidades a jugadores locales:
veremos en el mes de diciembre, caso de que pinten bastos,
cómo las mismas autoridades salen pidiendo refuerzos sin
acordarse de que el presupuesto inicial deberá ser
incrementado notablemente. Pues bien, ambas predicciones se
han cumplido a su debido tiempo.
Tampoco he olvidado lo que escribí en relación con unas
declaraciones del recién nombrado presidente, Ernesto
Valero, en las que confesaba no tener la menor idea de
fútbol y que jamás había tenido ningún interés por este
deporte. Le respondí que cuando alguien se atreve a dar el
paso que él había dado, sin ningún tipo de imposición y sin
saber ni papa del asunto en cuestión, lo ideal hubiera sido
ir con los billetes por delante y no confiándolo todo a la
subvención del Gobierno. Hubo otra demostración de falta de
respeto hacia la figura del ex presidente cuando pusieron a
circular por las calles un vehículo cuya megafonía iba
pregonando que el equipo volvería a recuperar el prestigio
perdido. Lamentable espectáculo, en todos los sentidos, que
no fue rebatido porque el editor de este periódico no quiso.
Ahora, sin embargo, tras lo que venimos oyendo en relación
con las deudas dejadas por la directiva saliente, callarse
sería dar pábulo a un infundio ideado para tratar de cubrir
el fracaso de una directiva en todos los aspectos. En lo
económico, porque los doscientos millones que han gastado,
quizá el tercer presupuesto más alto del Grupo IV, no les ha
permitido nada más que mantener al equipo a tres puntos de
la zona de descenso. Y con un futuro tan oscuro como
necesitado de la intervención de quienes tienen potestad
para ello. Y qué decir de la organización interna del club:
un desastre del que hemos ido teniendo conocimientos durante
los meses transcurridos.
Nunca ha sido fácil llevar la gestión de un club. Los
equipos de fútbol suelen generar deudas y hay que saber
capearlas para que cada temporada se puedan hacer frente a
los nuevos fichajes, tras haber pagado a la plantilla del
ejercicio anterior. Todo déficit se combate por medio de
avales del presidente o miembros de la junta directiva y van
quedando deudas reconocidas a quienes ponen los dineros de
su bolsillo. Es lo que estuvo haciendo José Antonio Muñoz
durante muchos años. Ya que la subvención de la Ciudad no le
permitía cubrir los gastos que requería formar una plantilla
capaz de jugar seis eliminatorias de ascenso. De ahí que la
Asociación Deportiva Ceuta terminara convirtiéndose en un
equipo prestigioso y donde los futbolistas deseban venir en
cuanto se les ofrecía la posibilidad.
Todos cobraban y, por tanto, no había ningún problema cuando
la directiva decidía que era necesario reforzar la
plantilla. Algo que les está prohibido a los actuales
dirigentes, debido a que se han gastado todos los dineros y
no hay nadie que dé un paso al frente para adelantar las
cantidades necesarias en estos momentos. Algo que solía
hacer el anterior presidente. En lo tocante a cómo se llevó
la administración del club, durante los años de mandato de
José Antonio Muñoz, pidan las auditorías hechas por Ernest &
Young, cuyas copias fueron remitidas al ICD a fin de cumplir
con los trámites reglamentarios obligados. De no haber sido
así, estaríamos hablando de una manifiesta ilegalidad
cometida por los rectores del Instituto. Y no creo que nadie
tire piedras contra su tejado.
Pero vayamos al quid de la cuestión: Ernesto Valero se hizo
cargo del club a sabiendas de que se estaba metiendo en un
lío monumental, aunque confiado en que le sonara la flauta
para convertirse en la persona mejor situada para hacerse
con la dársena del puerto y también para poder explotar los
locales del Alfonso Murube. De momento, le ha salido el tiro
por la culata: el equipo está en los últimos lugares de la
clasificación y él no acaba de meterse la mano en el
bolsillo para traer refuerzos.
El tiempo apremia y las autoridades empiezan a mosquearse.
Mal asunto. Sobre todo porque un club acostumbrado a
gallear, durante muchas temporadas, se ha convertido en un
conjunto perdedor.
Esa es la verdadera razón. Amén de que –actualmente- pocas
personas en la ciudad están a la altura de la familia Muñoz
para gestionar los intereses de la Asociación Deportiva
Ceuta. Así de claro.
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