Ya podemos decir que las fiestas
navideñas han pasado a mejor vida y que la odiada cuesta de
enero ha comenzado a recordarnos que todo exceso se termina
pagando.
La cuesta de enero que le espera a ZP es tan elevada que
puede producirle la misma sensación que tuvo Lola Flores
cuando miraba los rascacielos de Nueva York, en su primera
visita a los Estados Unidos. Según la inolvidable Faraona,
estuvo a punto de caerse de espaldas y darse un jardazo de
cuyas consecuencias hubiera tardado en recuperarse.
En la cima de la más que empinada costanilla que le han
preparado los partidos políticos catalanes, incluido el sí y
no sí de las huestes que lidera un Piquer desconcertado, le
esperan a ZP Maragall, Carod Rovira y Arturo Mas. Dispuestos
a mantenerse en sus trece en relación con la reforma del
Estatuto y, por lo tanto, cundiendo el pánico entre los
gobernantes socialistas.
Los cuales temen, y no en balde, que el presidente del
Gobierno no sólo se deslice hacia atrás y dé con todos sus
huesos en el suelo, sino que en su caída arrastre,
inevitablemente, todo el tinglado necesario para volver a
ganar las elecciones. Una pérdida irreparable, que tratará
de evitar Alfredo Rubalcaba: considerado un demiurgo malvado
y capaz de hacerse tirabuzones con las pretensiones
desaforadas de unos catalanes que tienen al resto de los
españoles hasta los mismísimos huevos de oírles pedir y
pedir y hacerse notar como un pueblo elegido.
Eso sí, no se confundan; pues Maragall y compañía tienen por
dios al dinero. O sea, que ellos consideran que el dinero es
divino y que nadie mejor que los catalanes para manejarlo y
distribuirlo a su antojo. Ya que el vil metal es para
quienes se lo ganan trabajando y sudando de lo lindo, y no
para que se aprovechen de él las demás regiones españolas,
dedicadas a la holganza y al ocio incontrolados.
Sólo les falta que invoquen a todas las fuerzas monetarias
para que nos castiguen, tan ejemplarmente, como si fuéramos
ciudadanos de Sodoma y Gomorra. Acuérdense de la corona de
espina que lució Carod Rovira, en su visita a Jerusalén. Y
que fue criticada de manera errónea. Pues el tío estaba
dando, en el sitio más adecuado, un mensaje al capitalismo
salvaje. Más o menos venía a decir: a quienes tenéis al
dinero por dios, os digo que nos ayudéis a fin de que
Cataluña dirija los destinos de España. Y veréis de qué
manera las cosas os irán mejor a los ricos. Mientras tanto,
yo me ofrezco en sacrificio.
Lo que demuestra que el tal Carod Rovira es más peligroso
por lo que de él desconocíamos. Sabíamos de sus exacerbadas
ideas independentistas y de cómo había ido a darse un morreo
con los dirigentes etarras para que dejasen de matar en
Cataluña, aunque tuvieran que duplicar los muertos en otras
regiones. Pero ni siquiera se nos había pasado por la
imaginación que el presidente de Esquerra Republicana, con
apariencia de cobrador de impuestos revolucionarios en
tierras sicilianas, fuera un personaje bien visto por el
mundo de las finanzas.
Y a los hechos me remito: la semana pasada hemos conocido
que el fulano ocupa el sexto puesto de la lista de
personajes más influyentes del año. Lo cual no es moco de
pavo. Sobre todo teniendo en cuenta que nuestro hombre es
presidente de una formación que sólo tiene 500.000 votos, 23
diputados de 135 en Cataluña y ocho de los 350 del Congreso.
El asunto está claro. Y quienes no lo quieran ver es porque
no les interesa o bien están escasos de velocidad de
reacción. Carod Rovira es apoyado por cuantos piensan que
hay un solo dios verdadero: el dinero. A partir de lo dicho,
hagan todas las cábalas que ustedes quieran. Y hasta
disentir de lo expuesto. Están en su perfecto derecho.
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