Día séptimo del ‘Año Cero Sin Tabaco’ y todo parece
seguir igual. Sólo los carteles decantándose por los
fumadores o por los espacios sin humo a la puerta de bares y
restaurantes marcan un antes y un después de la Ley
Antitabaco. Pero los bares y restaurantes sin nicotina a la
vista son aún una minoría. La práctica totalidad de los
establecimientos hoteleros se han inclinado por permitir
fumar, no está el negocio para despreciar clientes. Aunque
algún local hay en Ceuta que, muy a pesar suyo, reprime las
ansias de fumar de sus clientes.
“Mira como nos tienen, bajo la lluvia por fumadores”,
ironiza con buen humor la clienta de un restaurante que
apura su cigarrillo a la puerta del establecimiento
desafiando el mal tiempo con el que amaneció el Día de
Reyes. Al traspasar el umbral un gran cartel recuerda que
“En este local está temporalmente prohibido fumar”. Pero
sólo “temporalmente” porque el restaurante, uno de los más
populares de Ceuta, tiene previsto acometer las obras de
reforma que le permitan acoger a clientes fumadores, “la
gran mayoría”, explica el gerente de local que considera que
la recién estrenada Ley Antitabaco “es una faena” para la
hostelería.
Es difícil imaginar una sobremesa en España sin el humo del
tabaco sobrevolando el café y los postres. Pese a ello, este
restaurante, que supera ampliamente los cien metros
cuadrados, prepara la habilitación en un tercio del local de
reservados para fumadores a modo de ‘zona vip’, aislados del
resto de los comensales y dotados de extractores de humo.
La Ley Antitabaco nace para frenar la extensión de un vicio
que mata a cinco millones de personas al año en todo el
mundo y, también, para salvaguardar los derechos de los no
fumadores, expuestos a las consecuencias del humo ajeno. Una
intención, ésta segunda, que no parece tener un reflejo
objetivo en la sociedad. “Nunca he tenido una queja de un
cliente porque alguien estuviera fumando”, afirma el dueño
de un céntrico restaurante, “todo lo contrario, el cliente
exige fumar”.
El cliente manda
“Llevamos doscientos años de convivencia entre fumadores y
no fumadores, esta ley es una tontería” resume Rafael, el
dueño y chef de un famoso restaurante del poblado marinero.
Su comedor es la prueba. Son las cuatro y media de la tarde
del 6 de enero, Día de Reyes y en todas las mesas humea al
menos un cigarrillo. “Cuando no es un habano o una pipa”,
dice Rafael al que le parece impensable una sobremesa sin el
aroma del tabaco.
“Estas leyes al final no consiguen nada más que perjudicar
al pequeño empresario”, coinciden los hosteleros
consultados. Y no solo a los hosteleros. Los kioscos han
visto como se quedaban sin clientes potenciales al
prohibirse la reventa de tabaco. “Es un castigo”, dice la
dependienta de un kiosco de prensa y golosinas, “porque eran
clientes muy habituales y siempre se llevaban algo más”.
Pese a la prohibición algunas tiendas siguen vendiendo a
escondidas el stock de tabaco que aún les resta en las
estanterías. No están las ventas para desperdiciar mercancía
y los clientes siguen pidiendo tabaco . “Una cosa es la ley
y otra la costumbre”, reflexiona un quiosquero que sigue
vendiendo tabaco.
Y si impensable es un kiosco sin cigarrillos o una sobremesa
sin tabaco, más raro resulta una discoteca sin humo. Hasta
ahora la ‘movida’ nocturna ha hecho caso omiso de la ley y
en la mayoría de bares de Ceuta se sigue fumando, ignorando
que 2006 es el Año Cero Sin Tabaco.
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