José Antonio Rodríguez es
viceconsejero de Turismo en una ciudad donde algunos
comerciantes, los más destacados, son muy exigentes con él.
No ha mucho le pidieron, más o menos, que trajera turistas
con la cartera repleta de billetes a fin de que los
comercios hicieran buenas cajas. Lo que no le impusieron
aún, todo se andará, es los sitios donde esos dineros han de
quedarse.
Dichos comerciantes, algunos de los más florecientes, no
gustaban de la llegada de esos visitantes, mayormente
andaluces, que arribaban a la ciudad para conocerla, por
primera vez, en muchísimos casos. E hicieron todo lo posible
porque se suspendiera la labor que estaba haciendo el
viceconsejero. Lo cual fue un golpe bajo para alguien que
había depositado muchas esperanzas en que Ceuta fuera
conocida por cuantas más personas mejor.
Los visitantes del sombrerito, conocidos así porque lucían
uno como distintivo, fueron siempre mirados con indiferencia
por quienes piensan que esta ciudad ofrece motivos
suficientes para que lleguen a ella ricos turistas,
procedentes de todos los rincones del mundo. Y están en su
perfecto derecho de imaginarse esa posibilidad. Faltaría
más. Pero también han debido pensar que José Antonio
Rodríguez no ejerce todavía como taumaturgo. Vamos, que el
hacer milagros es algo que lo tiene él por muy complicado y,
por tanto, sigue, con muy buen criterio, desechando afrontar
semejante posibilidad.
Cierto que el viceconsejero, nadie es perfecto, empezó su
tarea de manera total y absolutamente contraria a ciertos
antecesores suyos en el cargo: es decir, desestimó viajar a
las Américas para cantar por allí las excelencias de esta
tierra y las ventajas que ofrecía para quienes viniesen a
comprar.
Así, José Antonio pecó de cortedad de miras. Con lo fácil
que le hubiera sido regalarse, verbigracia, un viaje por
tierras del Méjico lindo y señorial. Parece mentira
semejante desatino; sobre todo teniendo tan a mano a
Fernando Jover, quien no hubiera dudado lo más mínimo en
ofrecerse como cicerone. Pues no olviden que el director de
la UNED es todo un personaje por aquellos pagos.
En cambio, a José Antonio Rodríguez se le ocurrió la idea de
viajar por todos los pueblos blancos de Andalucía para
explicarles a sus alcaldes que influyeran en los ciudadanos
para que vinieran a Ceuta por un precio módico. Y allá que
los ciudadanos empezaron a llegar y pusieron la nota de
color en las calles.
El sentido común me dice que tales personas no traían la
faltriquera llena, y, por tanto, sus gastos serían los
mínimos. Si bien creo que produjeron otros beneficios que
debieron ser valorados por quienes le dijeron a Juan Vivas
que ese no era el camino que debía seguir la viceconsejería
de Turismo. Y, zas, un informe de la Cámara de Comercio echó
por tierra el trajinar constante del hombre que no quiso,
desde el primer momento que tomó posesión de su cargo, dar
muestras de aires de grandeza.
A partir de ahí, me consta que José Antonio Rodríguez pasó
por momentos donde le pudo cierto desánimo y se le veía
hasta con los andares cambiados. No lucía esa alegría
permanente que todos le conocemos. Pero ese estado de
desánimo le duró bien poco: ya que como hombre baqueteado en
la calle volvió a las andadas; que es ir haciendo
proselitismo de su ciudad por todos los rincones de la
sierra gaditana, de la Costa de la Luz y, por supuesto,
desde el primer pueblo al último de una Andalucía que está
tan cerca de nosotros, pero tan lejos a veces.
Todo ello viene a cuento, porque he leído las cifras de
turistas que nos han visitado, según lo declarado por el
viceconsejero. Un buen regalo de los Reyes Magos, merecido,
para él.
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