De nuevo asistimos a la moda de
los insultos, menosprecio, gritos, amenazas e, incluso
agresiones, cuando no intentos, en el hospital civil del
Ingesa. Ya sea en los servicios de Urgencias, ya sea en las
plantas más conflictivas de la instalación, otra vez estamos
oyendo las contínuas quejas del personal adscrito al
hospital respecto de la inseguridad a la que están
sometidos,
El penúltimo episodio sucedió en las cercanías de la media
noche entre el lunes y martes donde los intentos de
agresiones fueron dirigidos hacía un internista y hacia un
cardiólogo, sin contar aquí los forcejeos, tiras y aflojas
con el resto de personal sanitario (Due’s, auxiliares...).
Menos mal, lo agradecen los propios interesados y así lo
comentan, que la Policía Local realizó una brillante
actuación en cuanto a rapidez y en control de la situación.
Lo que minimizó el hecho que tornaba a una escalada de
mayores niveles de agresividad.
Aún así, algún agente tuvo que frenar el empuje de algún
brazo suelto contra el rostro de uno de los médicos que
asitía atónito y cariacontecido el desarrollo del penoso
espectáculo.
Las quejas del personal se centra en que no hay seguridad en
el centro. Sólo dos vigilantes custodian toda la instalación
en horas de noche y ante la continua llegada de pacientes,
sobre todo a Urgencias -más de trescientos enfermos
atendidos en las últimas 48 horas- el personal se siente
inseguro.
Las autoridades deberán, uno: actuar con contundencia ante
circunstancias como las vivida la pasada noche.
Recientemente el ataque a una enfermera supuso la detención
de un hombre quien, al menos, comió las paredes del calabozo
de la Comisaría 24 horas, aunque el juez estimó en 240 euros
el coste de tal acción. ¿?; y dos: dotar de la seguridad
necesaria y de la protección debida a quienes trabajan para
velar por la salud de los demás evitando que los desalmados,
incívicos y los socialmente inadaptados protagonicen nuevas
algaradas en un recinto sanitario.
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