En un momento donde Ceuta vuelve a
ser noticia mundial y todas las miradas están posadas en
ella, por las detenciones realizadas en la barriada de El
Príncipe, uno procura echar mano de la calma. Y es así para
evitar escribir atropelladamente de algo muy serio, cual es
el terrorismo, y que puede envenenar las relaciones entre
vecinos de una ciudad en la cual tratamos de conllevarnos.
Por el egoísmo de todos, claro está.
Pues bien, ante tal situación, nunca viene mal la
correspondiente nota de humor que desvíe nuestra atención de
los males que nos aquejan. Males que pueden meternos el
miedo en el cuerpo. Y ya sabemos lo que ello significa:
vivir sobrecogidos y, peor aún, sometidos a los miedos de la
imaginación; esa loca de la casa capaz de desmadrarse en
cuanto se le presenta la oportunidad.
La nota de humor, una vez más, no sé si la pone Crissan
-pajarraco listo y perspicaz- o un tal Cózar. Sea
quien fuere, justo es, antes de seguir adelante, darle las
gracias por hacernos reír en estos días de mal tiempo. Pues
qué sería de nosotros (cuando el mar se embravece, los
barcos dejan de navegar, el levante cambia nuestro carácter
y, encima, nos enteramos de que hay gente que desea hacernos
volar por los aires) sin leer las ocurrencias de alguien
cuya escritura nos alegra la vida. Y de qué manera... Como
que llevo varios días desternillándome de risa.
Todo comenzó el lunes pasado, cuando en uno de sus
farragosos artículos, carente de elocuencia y con una
sintaxis verbenera, cachondeable en todos los sentidos, el
tal Cózar coló un gazapo. Usó el adjetivo “Alípedo”,
sin venir a cuento. Estuve tentado de sacarlo de su error,
inmediatamente. Pero, dado que estamos en tiempo de
Adviento, pensé que lo mejor era pasar por alto un disparate
tan luminoso como una estrella.
Mas el colaborador del periódico decano -presidente de la
Federación Territorial de Fútbol, militante del PP, criatura
del Opus Dei, experto en noticias marroquíes, por su
experiencia en los mercados de Castillejo-, ha tratado de
enmendar su error del lunes. Y lo ha hecho con tal
desconocimiento, algo crónico en él, que más le hubiera
valido no decir ni pío.
Por lo tanto, y aunque le agradezcamos a Cózar, por su
atrevimiento, que nos mantenga en perpetua risa, debo decir
que me parece injusto, como lo es que el cojo eche todas las
culpas de sus tropiezos al empedrado, el que achaque a la
informática su falta de preparación y, desde luego, su
carencia de rigor a la hora de escribir.
El hombre nos dice, me refiero a Cózar -que en ocasiones se
convierte en ave de corral-, en un artículo (!) titulado
Terrorismo internacional, que alguien lo llamó por teléfono
para sacarlo de su error al escribir “Alípedo” donde quería
decir Alfredo. Y nos cuenta que se fue directo al
diccionario para cerciorarse de lo que figuraba en él. Y
escribe lo siguiente: dícese “del que lleva alas en los
pies”. Y el hombre, el tal Cózar, se queda muy pancho, con
esa arrogancia que demuestran los perezosos mentales y
quienes están acostumbrados a meter trolas, confiados en que
la gente no se va a dar cuenta de sus mentiras.
Veamos: el diccionario de Manuel Seco tiene
registrado el adjetivo Alípede: adjetivo literario que se
traduce por alguien que tiene alas en los pies. Y, desde
luego, puedo decir que el diccionario del tal Cózar se ha
quedado casposo. Un libro hecho a su medida. A la medida de
alguien que propala que él escribe igual que habla. Con lo
cual ya sabemos que se distingue por hablar mal y escribir
peor.
Rematando: El tal Alípede es un dios identificado en la
Mitología de forma distinta en varias culturas: en una de
ellas, era tenido por el dios de los ladrones.
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