No está el horno para bollos, era
una frase que se decía cuando las cosas no le iban, a uno,
bien. Y esa frase es aplicable a mi persona, el pasado
sábado, cuando fui a recoger el coche y no estaba en el
lugar en el que lo dejé aparcado. Di varias vueltas
alrededor del lugar por si, por un casual, uno que es una
jartá de despistado lo había aparcado en otro sitio. Nada,
ni la sombra del vehículo en cuestión. Así que decidí dar
los pasos que, en estos casos, se suele dar. Me largué a la
Policía Local, donde tengo que decir y digo, que se me trató
de forma admirable y, después de que el agente hiciera las
gestiones pertinentes, me comunicó que el vehículo, ni había
sido retirado por la grúa, ni, por supuesto, se encontraba
en los lugares habituales en esos casos. Desde ese mismo
momento, me di cuenta, de que el vehículo me lo había
robado. No había que ser un genio para llegar a esa
conclusión.
Siguiendo los trámites ordinarios que se hacen en estos
casos, me dirigí a la Comisaría de la Policía Nacional, a
poner la consiguiente denuncia por robo. El trato exquisito
de los agentes que me atendieron, me hicieron bajar la lata
temperatura de mala leche que llevaba encima. Terminado el
asunto, me voy a disponer a dar el último de los pasos que
es, dar de baja al vehículo.
En fin que como se podrá comprobar, el pasado sábado, en mi
persona, no estaba el horno para bollos, pero como dice la
canción de mi amigo, Julio Iglesias, ”la vida sigue igual” .
Nada cambia, los robos están a la orden del día y, ante la
impotencia manifiesta de poder hacer algo, lo mejor es
calmarse e incluso llegar a pensar, que hay cosas peores en
la vida. Así que sólo cabía aplicarse aquello de “ajo y
agua”. Porque, el coche, mi coche CE 2639 D, ese no va a
parecer en la vida. Seguro que ya ha seguido el camino, que
siguen todos los vehículos robados. Y, por supuesto,
mentiría y jamás he mentido, de que a los ladrones les deseo
lo mejor del mundo.
Al fin de cuentas, con el robo del vehículo, me han dejado
mucho más pobre de lo que era porque es que, en estos
momentos, no tengo ada que me pertenezca. Ya que lo único
que era de mi absoluta propiedad era mi coche, un compañero
que me ha acompañado y llevado hasta donde sus fuerzas, con
diecisiete años a cuestas, le permitían. Y que conste en
acta, amigo guardia, que el tío, mi viejo compañero de
traslado de un lugar a otro, a pesar de los años cumplidos,
había pasado la ITV y estaba dispuesto a seguir llevándome,
a donde quisiera ir, durante muchos años más.
Uno que es un romántico empedernido, siente en el alma que
me hayan robado mi viejo coche, compañero de tantas idas y
venidas, de tantas lluvias aguantadas, en los campos de
fútbol, esperándome pacientemente que terminara mi labor
para devolverme a casa y, de nuevo, volver a quedarse a la
espera de que lo volviese a necesitar. Gran tipo este viejo
amigo que, jamás, me dejo tirado en ninguna carretera,
siempre me devolvía a mi lugar correspondiente.
En fin, que aunque no esté el horno para bollos, pues hay
que seguir al pie del cañón pesando, porque hay que pensar,
que cómo es posible qué en veinte kilómetros cuadrados, sea
tan fácil hacer desaparecer un vehículo y hay algunos más
robados que el mío.
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