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OPINIÓN - MARTES, 12 DE DICIEMBRE DE 2006

 
OPINIÓN / EDITORIAL

El Tribunal Supremo liberó a la Ciudad

El Alto Tribunal con su sentencia, sobre el asesinato de la educadora de Zamora a manos de un menor que partió de Ceuta por un acuerdo con la ONG ‘Mensajeros de la Paz’ en virtud a un programa de integración, deja claro que la Ciudad -como institución- y la organización no gubernamental no son responsables civiles subsidiarios de la acción violenta cometida por Abdelhuaje M.E., tal y como condenaba la Audiencia Provincial de Zamora, lo que motivó titulares grandilocuentes en diferentes medios de comunicación.

La respuesta del Alto Tribunal liberando de responsabilidad a la institución no deja lugar a las dudas y su resolución plantea, en un mínimo pero justo análisis las complicaciones derivadas de la competencia asumida por la Ciudad Autónoma a la hora de acoger y tutelar a los ahora llamados MENA, antes transfronterizos.

La demagogia fácil y al uso, tratada irresponsablemente, determina que a estos Menores Extranjeros No Acompañados, se les proporcione el mismo trato que a cualquier menor de nuestra España del estado del bienestar. Algo que sería ideal, pero la desgraciada realidad indica que estos menores procedentes mayoritariamente de Marruecos han cultivado unas vivencias y se han criado en unas circunstancias bien alejadas del concepto de familia protectora que existe hoy en día en nuestro país. Por lo tanto, debemos reconocer que la edad biológica no corresponde, de hecho, -en estos casos- con la ‘picardía’, por llamarle de algún modo, que han desarrollado estos jóvenes supervivientes No Acompañados.

Dicho esto, el trabajo de las instituciones se basa en reeducar en valores a estos jóvenes a los que, de algún modo, se les ha robado la infancia.

La Ciudad gasta 240 euros al día por cada MENA que guarda y custodia. No visten de Armani, pero sí están perfectamente atendidos dadas las circunstancias tan complicadas en las que se reciben a estos jóvenes que algunos llamarían “asilvestrados”. Nosotros diríamos de infancia difícil y muy irregular, según cada costumbre y modo de vida, claro.
 

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