Iba a titular este articulo
¡Lástima de Marbella! Porque he vuelto chocada tras pasar
una tarde en Puerto Banús, otrora elitista, chic y símbolo
del glamour, amen de rigurosamente custodiado por la temible
Policía Municipal del descansado Jesús Gil. Marbella, a
nivel municipal y de recalificaciones puede que fuera la
Cueva de Alí Babá, pero era un lugar relativamente seguro
frente a la escalada de los delitos en España. Seguro y
cuidado. Ayer me contó un amigo que vive en Huerta Belón, ex
paraíso de la tranquilidad medio-burguesa, nada de
excéntricos millonarios saudíes, que a la vuelta de su
esquina robaron simultáneamente cinco chalets habitados.
Lógico. Nadie parece comprender a nivel aeropuertos y
frontera de la Junquera que es raro que un albanés o un
kosovar vengan a España a practicar turismo cultural o la
ruta de los balnearios, más que raro, parece altamente
improbable. ¡Y es todo tan fácil! Ante la fama de nuestro
sistema penitenciario, garantista y laxo, los Convenios
Internacionales que permitan pasaportar a los criminales a
cumplir sus condenas en las cárceles de sus países. Tan solo
la propuesta desinflaría los delitos en España en un
santiamén. Pero no todo en Marbella son asaltos a chalets.
Hay que ir por curiosidad a Puerto Banús para contemplar el
espectáculo asombroso de no menos de cincuenta senegaleses,
inmigrantes ilegales todos ellos, vendiendo en la calle
principal objetos falsificados. Delito contra la propiedad
industrial y falsificación de marcas.
En la puerta de la boutique de Louis Vuitton ofrecen los
bolsos y los maletines falsificados, en la puerta de Gucci
las mejores réplicas de la mercancía, gafas y cinturones
incluidos, Dolce Gabanna no debe vender una escoba porque,
los ilegales ofertan con insistencia sus artículos en falso
y Carolina Herrera ve toda su exquisita marroquinería
ofertada a treinta o cincuenta euros. Y ni un policía local
que echarse a la boca.
Otros eran los tiempos en los que, en Marbella, se contaban
más municipales que viandantes y se decía de la ciudad que
“Puedes dejar un visón en un coche con las puertas abiertas
y no pasa nada” Ahora si pasa, pasa todo, por la estulticia
y la miopía de los sucesivos gobiernos y porque para ellos
nunca ha existido la frase “La imaginación al poder”. ¿Qué
que se hace con los miles de senegaleses que su gobierno se
niega a repatriar, potreando a nuestro Zetapé? La solución
se le ocurre a un párvulo : se reúnen por cientos y se les
embarca en un navío de la Armada custodiado por la Legión.
Junto a este navío una fragata, se les lleva a aguas
senegalesas, los soldados se transbordan a la fragata y se
les deja allí a disposición de sus autoridades, barco
incluido que luego se reclama y así en sucesivas veces. Si
vienen las criaturas es por el falso espejismo de los
cuarenta días en unas instalaciones y luego a volar y a
vender falsificaciones.
Si conforme van llegando se van embarcando, tras la
asistencia humanitaria y en menos de una semana están de
vuelta, es lógico que se desmotiven.
Y si el Gobierno no sabe maneras que pregunte a Sarkozy que
lleva a más de veinte mil expulsados en un año. ¿Qué las
oenegés clamarían? Pues se les retiran las subvenciones y
esos dineros se destinan a nuestros jubilados de pensiones
de trescientos euros. Todo es simple y fácil, sencillamente
copiar a los franceses, porque esto es una lástima.
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