La lluvia fue ayer la protagonista del Día de la Inmaculada,
patrona del Arma de Infantería. Legionarios y regulares
estaban convocados en el patio de armas del acuartelamiento
‘García Aldave’ para honrar a su patrona con una parada
militar pero la inestabilidad meteorológica obligó a cambiar
los planes y a trasladar a los presentes al salón del
Príncipe. El pequeño tamaño de este nuevo emplazamiento
obligó a que la presencia de las unidades quedara reducida a
una mera representación, estaba previsto que participasen en
el acto la escuadra de gastadores, la banda de guerra del
Tercio, la unidad de música de la Comandancia General, la IV
Bandera Ligera ‘Cristo de Lepanto’ y el Tabor ‘Tetuán’ del
Grupo de Regulares de Ceuta nº54.
En su alocución, el coronel Timón, jefe del Tercio ‘Duque de
Alba’, 2º de La Legión, recordó la herencia que las unidades
de regulares y legionarios tienen como depositarios de la
gloria de “aquella Infantería que dominó Europa, la mejor
Infantería del mundo, la fiel Infantería, que por saber
morir sabe vencer” y animó a los soldados a seguir
trabajando con la misma ilusión y el mismo entusiasmo “con
la seguridad de que de esta forma, alcanzaremos cualquier
objetivo que nos propongamos”. El coronel finalizó su
intervención felicitando a los condecorados y pidiendo a la
Inmaculada Concepción que “como aquella fría noche de
noviembre de 1585, cuando los Tercios de Flandes combatían
en la toma de Amberes, siga dándonos su protección y su
ayuda”.
El acto estuvo presidido por el comandante general de Ceuta,
el general de división Luis Gómez-Hortigüela, al que
acompañaron otras autoridades militares (como el 2º jefe de
la Comandancia, el general de brigada Fernando Carbonell; el
general de brigada Antonio Torrecillas; el capitán de navío
Alejandro de Ory, comandante militar de marina; y los jefes
del Tercio y Regulares, los coroneles Timón y Asiaín,
respectivamente) y civiles (entre ellos estaba el presidente
de la Ciudad Autónoma, Juan Vivas; algunos miembros del
equipo de Gobierno y el director provincial del Ministerio
de Educación y Ciencia, Juan José León Molina, en
representación de la Delegación del Gobierno en Ceuta).
Veintiocho militares fueron condecorados con diversas
distinciones: la Placa de la Real y Militar Orden de San
Hermenegildo; la Encomienda de la Real y Militar Orden de
San Hermenegildo; la Cruz al Mérito Militar con Distintivo
Blanco; cruces de Plata y Bronce de la Cruz a la Constancia
en el Servicio y menciones honoríficas.
Patrona
En Flandes, en el otoño del año 1585, era gobernador de los
Países Bajos Juan de Austria. Para sofocar la rebelión que
se estaba produciendo en las islas de Zelanda, mandó un
ejército bajo las órdenes del conde de Mansfelt. A éste se
le unió el Tercio de Bobadilla al que el conde le ordenó,
junto con los tercios de Mondragón e Íñiguez, cruzar el Mosa
y ocupar la isla de Bommel. Los tres Tercios sumaban más de
4.000 españoles que eran expertos combatientes, la flor del
ejército español, la mayor parte de la infantería española
del conde Mansfelt y la única, por tanto, que tenía Farnesio.
El conde de Holac, general de las tropas holandesas, armó
una flota de cien barcos de quilla plana con la mejor
infantería que tenía. Su ataque se inició con la rotura de
los diques y con la inundación de todas las tierras que
ocupaban los españoles. El 7 de diciembre la situación era
desesperada (sitiados por el agua y por el enemigo que les
atacaba, sin comida ni leña), Bobadilla llamó a sus
capitanes y soldados y los exhortó a rezar como último
recurso. Un soldado que estaba haciendo un hoyo encontró una
tablilla pintada en vivos colores con los rasgos de la
Virgen María. Se la llevaron en procesión entre las banderas
a la iglesia de Empel, donde rezaron una salve, y Bobadilla
decide entonces quemar las banderas, hundir la Artillería y,
por la noche, con las barcas de quilla plana, atacar las
naves principales enemigas. Al ocaso, un frío intenso hizo
que las aguas se helasen. El enemigo, ante el temor de que
sus barcos quedasen atrapados por los hielos, empezó una
lenta huida por el río Mosa, teniendo que pasar por una
estrecha cortadura del dique principal, siendo hostigados
por ambos lados por los españoles, causándoles muchas bajas.
El llamado “milagro de Empel” propagó en los tercios de la
Infantería española la devoción a la purísima que tres
siglos sería declarada patrona del arma.
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