¡Valiente jodienda, con perdón de
la palabra! Nada menos que catorce comunidades estamos en
alerta en previsión de lluvias, temporales, vendavales,
nieves, rayos y centellas (esto último me lo acabo de
inventar y no lo da Europa Press sino que era la exclamación
favorita del remilgado Capitán Trueno de mis años
infantiles). Pero el mal tiempo deprime y pone de un pésimo
humor a la generalidad y más aún a ese 6% de la población
que , según las agencias, necesita ayuda psicológica. ¿Qué
si yo necesito ese tipo de ayuda? Bueno, lo cierto es que no
he ido a un psicólogo en mi vida porque “lo mío” es de
psiquiatra y de esos he ido a algunos, hecho del que me
siento tremendamente orgullosa y que resulta muy
gratificante y en cierta manera snob.
Vamos, que soy de esas personas, no cultas, sino culturetas,
que se atreven a desgranar sus problemas, tirar de libros de
psiquiatría a nivel divulgación y autodiagnosticarme. Luego,
con mis problemas y manías plenamente identificados, me
alargo a mi neuropsiquiatra de cabecera. Le desgrano la
sintomatología con soltura y ayudándome de apuntes y pido
que me suministre esos milagros del Espíritu Santo de venta
en botica que son los medicamentos y los remedios. Yo en la
química tengo mucha fe, porque veo y siento en ella el
resplandor de mentes de investigadores iluminados por Dios.
En la psicoterapia creo regular, aunque he tenido en el
psicoterapeuta José María Doria mi mejor guía en el
conocimiento del control de las emociones y la Programación
Neurolingüística que es mi pasión y mi afición. Luego, para
temas de conducta y de comportamiento me dirijo al cura
párroco de mi iglesia del Palo para que me encarrile con sus
consejos y pareceres.
Pero, problemas mentales y de conducta aparte, lo cierto es
que, el puente se chinga con el mal tiempo, los adornos
navideños que trazan guirnaldas de acebo sobre las calles se
bambolean con la ventolera que para mí que nos viene del
Estrecho y apuesten cualquier cosa a que Gibraltar luce
sobre la roca una peineta de nubes de levante.
¿Qué el viento desencadena crisis de ansiedad y aumenta el
malhumor? Si. Y da dolores de cabeza y se mete la porquería
del aire en suspensión en las lentillas y corres el riesgo
de restregarte y que se te dañe la cornea. Encima, si a las
ráfagas se une lluvia racheada es asco y medio, aunque, mi
psicoterapeuta me ha adoctrinado y preparado para extraer
siempre lo positivo de lo negativo y es indudable que, el
espectáculo de los elementos desencadenados tiene algo
irresistiblemente hermoso en fuerza cromática.
¿Han contado alguna vez los infinitos matices de gris de una
tormenta? Yo no. Mi marido, el viejecito, que es pintor si
los ha analizado para robárselos a la naturaleza y
plasmarlos en óleo sobre tabla y enviarlos a uno de sus dos
museos, en lugar de vender el vendaval y darme a mi los
cuartos para que me los gaste en un psiquiatra magnífico que
dicen que te cura en el hospital Vall d´Hebron de Barcelona.
O en la nueva máquina, invento de los samuelitos, que se ha
traído el psiquiatra Enrique Rojas a su consulta de Madrid,
que te la ponen en la sesera, te meten una docena de viajes
y te quitan la depresión ¿Qué si es como el electroshock?
No, es algo más fino para ayudar al 6% que sufrimos
especialmente la ventolera. Y no la hay en la Seguridad
Social.
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