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OPINIÓN - JUEVES, 7 DE DICIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Las televisiones locales
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Decía yo aquí, días atrás, lo placeado que estaba Juan Vivas en cuanto a sentarse en un plató de televisión y comportarse con aplomo y eficacia. Y destacaba la diferencia existente entre el presidente que habla en Madrid ante las cámaras y el que lo hace en las televisiones locales. Una diferencia que destaco porque se me antoja muy grande.

La televisión es un medio donde la gente se pega patadas en el trasero por aparecer y en la cual quedar como un chufla está al alcance de una gran mayoría. Se me viene a la memoria, por ejemplo, aquella escena de Juan Luis Aróstegui diciéndole al presentador y director de un programa local televisado, de cuyo nombre siento no acordarme, que lo dejara seguir adoctrinando a los telespectadores hasta que él quisiera finalizar su perorata.

Aquella escena, presenciada por mí no hace mucho tiempo, parecía un pasaje humorístico, si bien burdo, aunque falto de la firma y cierre del periodista entrevistador: Aquí, mire usted, se acaba cuando yo lo digo por más que se llame Aróstegui, se crea el ombligo del mundo y sea amigo del jefe...

Sí, ya sé que el periodista, de haber defendido su terreno y haber contribuido a darle al programa el aliciente de una respuesta contundente y necesaria, habría puesto en peligro su empleo. Y no está la vida para guardar cola ante el mostrador del paro.

También recuerdo, pues me sirvió para hacer una columna, aquella presencia en TV de Juan Vivas en el salón del trono cual si fuera una antigualla de autoridad suprema salida de un retrato del siglo XIX y, si me apuran, de bien entrado el siglo XX.

La entrevista en el salón del Trono, rodeado JV de una especie de barroquismo insultante y fuera de lugar, fue posible por lo que también referí el otro día en la columna dedicada a la interviú que le hizo Antonio San José al presidente en CNN+: a que Juan Vivas gusta de hacer faenas de aliño cuando atiende los requerimientos de las televisiones locales.

Es decir, el presidente carece de estímulo cuando se trata de dejarse preguntar por los mismos de siempre. Le puede la indolencia y se apodera de él la inercia de quien ha de lidiar un compromiso toreando con el pico de la muleta.

Lo cual es un error. Puesto que ponerse ante las cámaras sin ganas, por más que entienda las razones que tiene el presidente de la Ciudad para ser perezoso en tales ocasiones, daña su imagen. Y ello es algo que algún asesor, de los varios que tiene la primera autoridad local, tendría que cuidar con mimo. Porque lo que no haga el asesor, en beneficio de Juan Vivas, seguro que no lo hará nadie en las televisiones locales. Por razones claras y de las que no me apetece hablar en estos momentos.

Otro damnificado de tales medios, hace apenas nada, por entrar en el plató dispuesto a desnudarse en todos los sentidos, ha sido Pedro Gordillo. No hace falta decir que mis relaciones con el presidente del PP, y senador todavía, son más que malas inexistentes. Aunque si se encarta saludarnos, de tarde en tarde, procuramos que reine la buena educación.

A Gordillo, en cuanto lo sentaron ante las cámaras, le entró la necesidad de confesarse ante la audiencia y allá que largó cuanto quiso y más, de forma atropellada y absolutamente innecesaria, de todo lo acaecido en relación a quien cayó en desgracia siendo cargo en su partido. PG es, pues, otro político que está pidiendo a gritos ser adiestrado antes de que decida volver a poner los pies en las televisiones locales.

Y qué decir de cómo necesitan ser aleccionados los políticos que, disfrutando de un cargo apetitoso, se exponen a caer en las redes de amistades peligrosas. ¿Lo entiendes, presidente? Espero que sí. Porque si no...
 

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