Un día después de que el jolglorio
institucional haya evidenciado su mejor puesta de largo en
la celebración de ‘nuestra’ Constitución, la Ceuta política,
encarnada en quienes se hacen llamar servidores de lo
público, debe ponerse en marcha sin pausa alguna para, en un
alarde de responsabilidad, acertar en la concreción de
medidas absolutamente necesarias que sirvan para superar el
tortuoso camino, si no, que le espera a Ceuta en los
próximos veinte años. Por si nadie se da cuenta, Ceuta no
puede estar permanentemente soportada por la economía basada
en el ladrillo –como actualmente está-. La Construcción
sigue viento en popa y creando puestos de trabajo –para
muchos andaluces eso es cierto- y dinamizando
‘artificialmente’, también hay que decirlo, a la ciudad.
¿Qué pasará cuando cada vez queden menos solares para
comprar, expropiar o ceder?
Por otro lado, el comercio sigue siendo un modelo que cada
día resulta menos dinámico por el inmovilismo de un
empresariado descreído que no avanza, siquiera, en esa idea
de Centro Comercial abierto por el que la siempre paternal
institución autonómica dio sus primeros pasos. Las grandes
empresas erradicadas en la península ven, sin embargo, en la
ciudad, una oportunidad de avanzar en sus negocios que
fagocitará a quien persevere en tal actitud inmovilista en
espera de que sea siempre la Ciudad Autónoma o el Estado el
que aporte toda la solución sin dar por sí mismo un paso al
frente.
Entre tanto, el nuevo puerto de Tánger avanza a pasos
agigantados, el de Algeciras seguirá potente; Marruecos
desarmará sus aranceles, y perderá competitividad la
mercancía que llega por el Biutz o por el Tarajal desde
Ceuta. Los comerciantes importarán cada vez menos y, por
tanto, abonarán menos Ipsi. El Estado tendrá que aumentar
sus ingresos para la subsistencia de una Ciudad Autónoma que
continúa sin recibir la respuesta clara de un estudio,
análisis o medidas que la lleven a competir con el panorama
que se avecina.
Y si la industria es una salida -aunque en sede
administrativa retrasan su llegada no se sabe bien por qué-,
si las Reglas de Origen también lo son, si los beneficios
fiscales son –en teoría- un atractivo, si el turismo puede
crecer y servir de apoyo… todavía no hay nada claro en este
complejo horizonte. Tanto es así que se estudia la
posibilidad de entrar de lleno –ahora- en la llamada Unión
Aduanera. Es sólo un minúsculo paso en tanto que los vecinos
de nuestro famoso ‘hinterland’ dan tres. Queda mucho trabajo
y mucha responsabilidad por delante como para perder tiempo
en vanalidades.
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