Los niños devolvieron al salón de
Plenos de la Asamblea esa frescura de la que estaba tan
necesitada la sede del parlamento de Ceuta. La ingenuidad,
el compromiso, la ilusión, la esperanza... los ceutíes del
mañana hicieron perfecto uso de un salón destinado a
soportar, al menos, una vez al mes el peso del
funcionamiento institucional de la Ciudad Autónoma.
Niños y niñas de varios centros escolares de la ciudad
ocuparon con desparpajo los asientos destinados a los que en
otros lugares llaman ‘señorías’ y que aquí sólo llamamos
diputados, en un alarde eufemístico y grandilocuente del
término concejal o edil de toda la vida.
No tendría que dar para mucho más esta recortadita autonomía
otorgada en su día como solución ‘aplacaconciencias’ para
los que nos dejaron fuera de una provincia, de una región y
casi hasta de la Constitución de no ser por la Transitoria
V, esta transitoria tan peleada por quienes todavía ni
Ceuta, ni sus instituciones han agradecido o reconocido
suficientemente la dedicación de aquellos parlamentarios
preconstituyentes.
Don Serafín Becerra, Don Antonio Domínguez y Don Francisco
Lería merecen no sólo el respeto, que lo tienen, sino el
recuerdo permanente de las nuevas generaciones de ceutíes
que nacieron en la Democracia y que, por mor de nuestra
debilitada memoria histórica, parecen que estén condenados a
un injusto ostracismo.
Pero lo que nos ocupaba era la presencia de los niños en el
salón de Plenos conmemorando, así, con cierto adelanto, el
Día de la Constitución. Son niños de la Democracia que han
nacido y viven en libertad, en un estado de derecho y
protegidos por la Carta Magna que iguala a todos los
españoles sin distinción.
El Palacio de la Asamblea, el Ayuntamiento de toda la vida,
ha disfrutado de una jornada maravillosa porque los niños
han sabido dar, un año más, una lección a los mayores.
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