¿Se esmeran lo conveniente las
Autoridades ceutíes en montar la parafernalia navideña? En
Málaga sí. Porque el pueblo es muy fiestero por una parte y
por otra anda más quemado que el cenicero de un bingo con
los alardes de mal gusto del Alcalde que, esta vez, para
rizar el rizo de la horterez ha elegido para nuestro parque
centenario unos bancos que parecen tumbas blancas de tiernos
infantes, prescindiendo de la tradición andaluza del hierro
forjado. Los malagueños rabian y lanzan fulminaciones a
través de los diarios y para callarnos la boca y que
pensemos en otra cosa el Consistorio tira de chequera y nos
pone la ciudad como un ascua de oro y más bonita que una
jaculatoria. Como diría en dos palabras Jezulín de Ubrique,
cuando era Jezulín: Im-prezionante.
Puedo comparar y comparo con Madrid que es mamarrachería
pijoprogre donde se han prescindido del espíritu hermoso de
la Navidad, que es como es y admite más y más belleza, pero
no moderneces minimalistas carentes de significado. Los del
laicismo- encubierto-caviar, aparte de ser unos coñazos
tienen un pésimo gusto y son unos reveníos. El resto, es
decir, la abrumadora mayoría disfrutamos cada año parándonos
a las seis y cuarto en punto en medio de la calle, para ver
alumbrarse la noche en guirnaldas de acebo y pascueros, en
muérdago y campanas, en inmensos abetos de flores rojas y en
el belén central donde, los atavíos de las figuras, están
hechos enteramente de buganvillas.
En este fragmento de la mágica Andalucía, se es muy como
Dios manda, porque Dios manda en todo lo bueno y bello del
Universo. Y la gente pasea las calles extasiada y feliz,
borrachita de hermosura y con este “algo” que nos ha entrado
a todos en el pecho cuando vemos que atacan “lo nuestro”,
que no es nuestra religión tan solo, sino que son nuestras
raíces y este ADN parido en los Autos Sacramentales
celebrados en los claustros de antaño, en los campanilleros
cuya evocación nos despierta, en los villancicos populares
que son pura poesía y exaltación estética o en la
grandiosidad de los abetos alemanes en los que reinó Carlos
I de España y V de Alemania, cuando fuimos lo que fuimos y
todo era nuestro por lógica, porque éramos españoles y por
tanto la créme de la créme y que vivan los Tercios de
Flandes. ¿Qué civilización puede componer “Noche de Paz” y
no perecer de autocomplacencia en el intento?. Somos así.
Nuestro arte es barroco y excesivo a la hora de festejar y
de disfrutarlo, pura exhibición de placer que hay que vivir
con los sentidos. Olfateando los dulces que hornean en la
alacena de las monjas y cantarles por Carlos Cano, que se
nos pare el pulso con la Carita Divina cantada por un coro
rociero y que se nos llene el alma de guirnaldas de luces y
de árboles enfajados de bombillas. Y toda esa avalancha de
sensaciones se recibe gratis, sin pagar una entrada para
vivir poesía visual como hay que hacer en el Circo del Sol
cuando trama sus montajes.
Paseas y lates. En cualquier rincón, hasta en la comisaría
del Palo instalamos ayer dos policías y yo un abeto nevado
para que, los que van a denunciar o a hacerse los carnets
reciban una pincelada de nuestra cultura.
Que, o la defendemos como fieras o nos la joden, o al menos
eso se piensa más de un malparido. Porque contra todo esto,
contra este resplandor navideño no pueden las tinieblas.
Esto es pura luz.
|