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OPINIÓN - DOMINGO, 3 DE DICIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Luces
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

¿Se esmeran lo conveniente las Autoridades ceutíes en montar la parafernalia navideña? En Málaga sí. Porque el pueblo es muy fiestero por una parte y por otra anda más quemado que el cenicero de un bingo con los alardes de mal gusto del Alcalde que, esta vez, para rizar el rizo de la horterez ha elegido para nuestro parque centenario unos bancos que parecen tumbas blancas de tiernos infantes, prescindiendo de la tradición andaluza del hierro forjado. Los malagueños rabian y lanzan fulminaciones a través de los diarios y para callarnos la boca y que pensemos en otra cosa el Consistorio tira de chequera y nos pone la ciudad como un ascua de oro y más bonita que una jaculatoria. Como diría en dos palabras Jezulín de Ubrique, cuando era Jezulín: Im-prezionante.

Puedo comparar y comparo con Madrid que es mamarrachería pijoprogre donde se han prescindido del espíritu hermoso de la Navidad, que es como es y admite más y más belleza, pero no moderneces minimalistas carentes de significado. Los del laicismo- encubierto-caviar, aparte de ser unos coñazos tienen un pésimo gusto y son unos reveníos. El resto, es decir, la abrumadora mayoría disfrutamos cada año parándonos a las seis y cuarto en punto en medio de la calle, para ver alumbrarse la noche en guirnaldas de acebo y pascueros, en muérdago y campanas, en inmensos abetos de flores rojas y en el belén central donde, los atavíos de las figuras, están hechos enteramente de buganvillas.

En este fragmento de la mágica Andalucía, se es muy como Dios manda, porque Dios manda en todo lo bueno y bello del Universo. Y la gente pasea las calles extasiada y feliz, borrachita de hermosura y con este “algo” que nos ha entrado a todos en el pecho cuando vemos que atacan “lo nuestro”, que no es nuestra religión tan solo, sino que son nuestras raíces y este ADN parido en los Autos Sacramentales celebrados en los claustros de antaño, en los campanilleros cuya evocación nos despierta, en los villancicos populares que son pura poesía y exaltación estética o en la grandiosidad de los abetos alemanes en los que reinó Carlos I de España y V de Alemania, cuando fuimos lo que fuimos y todo era nuestro por lógica, porque éramos españoles y por tanto la créme de la créme y que vivan los Tercios de Flandes. ¿Qué civilización puede componer “Noche de Paz” y no perecer de autocomplacencia en el intento?. Somos así. Nuestro arte es barroco y excesivo a la hora de festejar y de disfrutarlo, pura exhibición de placer que hay que vivir con los sentidos. Olfateando los dulces que hornean en la alacena de las monjas y cantarles por Carlos Cano, que se nos pare el pulso con la Carita Divina cantada por un coro rociero y que se nos llene el alma de guirnaldas de luces y de árboles enfajados de bombillas. Y toda esa avalancha de sensaciones se recibe gratis, sin pagar una entrada para vivir poesía visual como hay que hacer en el Circo del Sol cuando trama sus montajes.

Paseas y lates. En cualquier rincón, hasta en la comisaría del Palo instalamos ayer dos policías y yo un abeto nevado para que, los que van a denunciar o a hacerse los carnets reciban una pincelada de nuestra cultura.

Que, o la defendemos como fieras o nos la joden, o al menos eso se piensa más de un malparido. Porque contra todo esto, contra este resplandor navideño no pueden las tinieblas. Esto es pura luz.
 

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