Juan Vivas viajó a Madrid,
el jueves pasado, por atún y a ver al duque. Y parece ser
que el presidente quedó satisfecho de cómo se desarrollaron
las dos finalidades que le llevaron a los madriles.
La primera, es decir, su paso por el ministerio de
Administraciones Públicas fue positivo y su reunión con el
ministro, Jordi Sevilla, evidenció que habrá nuevos
diálogos para arreglar las desavenencias surgidas por la
carta desabrida que envió el MAP a la Ciudad.
A Juan Vivas resulta complicado negarle nada cuando se pone
a pedir. Pues lo hace revestido de esa capa de humildad que
desconcierta a la par que agrada a quien oye sus peticiones.
Me recuerda la forma de ser de Vivas a un delegado de fútbol
que incluso en los peores momentos y ante arbitrajes
nefastos contra su equipo, sacaba a relucir su sonrisa y le
regalaba el oído al tío que momentos antes le había birlado
los puntos. Así, en cuanto se le presentaba la ocasión al
árbitro, el equipo de aquel delegado tenía asegurada la
victoria.
La segunda finalidad, muy importante, era presentarse en los
estudios de CNN+. Allí Antonio San José
esperaba a Juan Vivas para entrevistarle en un programa
llamado Cara a Cara. Una entrevista de media hora de
duración y con las preguntas dispuestas para que el
presidente pudiera sacarle todo el rendimiento posible. Y a
fe que rayó a gran altura.
Se le nota al presidente que anda ya muy placeado. Y ello se
percibe en cuanto abre la boca y se pone a responderle al
entrevistador. Lo hace sin gesticulaciones y mostrando
naturalidad y grandes conocimientos de los temas por los
cuales ha sido inquirido.
Las cámaras, siempre tan escudriñadoras y muchas veces
malévolas, son magnánimas con Juan Vivas. Nos lo presentan
como alguien sobrado de serenidad y cuyo saber estar se
traduce en grandes dosis de confianza hacia su persona. Lo
cual es una ventaja enorme para cualquier político. Algo que
todos tratan de conseguir y, desde luego, pocos son los que
lo logran.
La televisión, que tira abajo tantas posturas ganadoras, es
complaciente con el presidente de Ceuta. Lo recrea sin
hacerle perder un ápice de sencillez y le permite que se
exprese mejor que lo hace habitualmente cuando interviene en
las televisiones de su tierra.
Tal vez porque actuando en casa su único objetivo es cumplir
con el expediente. En términos taurinos, cabría decir de él
que se limita a hacer faenas de aliño. De ahí que ante San
José, periodista veterano y sapiente, tuviésemos la ocasión
de ver al Vivas de las grandes ocasiones. Un Vivas capaz de
explicar detalladamente y en menos que canta un gallo los
problemas de una Ceuta desconocida para muchos.
Y lo cuenta todo de manera muy creíble. Y credibilidad es lo
que necesita Ceuta. Credibilidad de que aquí vivimos con
nuestros problemas, pero que no somos un problema para
nadie. Que esta ciudad, por encima de sus diversidades y de
su misteriosa buena convivencia, es un ejemplo.
Que ni siquiera haber sido el primer muro de la inmigración,
le ha hecho perder la calma a sus habitantes. Y que vivir en
esta tierra, miren ustedes, permite disfrutar cada día de
efectos singulares. Claro está que no todo es color de rosa
y que esta ciudad merece que sus gobernantes trabajen por
ella a destajo.
Por tal motivo, me imagino que Juan Vivas se habrá dado
cuenta de la responsabilidad que tiene contraída con un
pueblo que se le viene entregando, casi mayoritariamente,
desde hace años. Y que esa responsabilidad en vez de
atenazarle o de situarlo por encima del bien o del mal, ha
de estimularlo para convertirse en el mejor gobernante de
todos los tiempos en la defensa de Ceuta. Todo depende de
él.
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