Hubo un Delegado del Gobierno, en
nuestra tierra, que dijo: “que serías considerado un buen
delegado si te sometías a los deseos de unos pocos. Si no lo
hacías terminarías siendo un mal delegado”. Y es que aquí,
en esta tierra donde nos parieron, existe un grupito de
personajes que creen tener el poder de decidir sobre todos
los asuntos, incluidas las decisiones que tiene que tomar,
en determinados momentos, el Delegado del Gobierno que
siempre deberán favorecerles. De no ser así, el delegado no
es un buen delegado y hay que ir contra él.
Al actual Delegado del Gobierno, García Arreciado, no le ha
hecho mella en su toma de decisiones, como debe ser, la
postura tomada por ese grupito y ha ido poniendo a cada
quisqui en el lugar que le corresponde. Lo que, por
supuesto, ha incomodado al grupito en cuestión. Pues
apañados van los componentes del grupito. A servidor, que
este grupito se sienta mal y le hayan puesto en el lugar que
le corresponde, le da una gran satisfacción el ver como le
bajan los humos.
Los otros días, García Arreciado, ante los compañeros de los
medios se sacó una frase que me hizo reír: “A la política se
viene llorando. Este es un viejo aforismo de mi generación”.
La ironía fina, empleada, en determinados momentos, para
hacer una critica es algo que no está al alcance de todos.
Cierto es que a la política se viene llorando, porque como
decía la sabia de mí abuela: “el que no llora ,no mama”. Y
los políticos se tienen que pasar la vida llorando a moco
tendido para obstener ciertas gracias que repercuta en
beneficio de los que ellos creen necesitan sus ciudades.
Pero esto debe ser como en “El Precio Justo”... y sin
pasarse...
Me estaba pensando, el gran político que hubiese sido
Jeremías. Pues todo el mundo dice “lloras más que Jeremías”,
Ahora, política de verdad, de las de hacen época, hubiese
sido mi prima Eudovigis, que se pasó toda la vida llorando.
Cómo sería su llanto, que toda la familia decía que mi prima
“era un mar de lágrimas”
Además, por si fuese poco, hasta se dice en una canción
“Lloremos, lloremos, lloremos para ser algo en la política,
llorando, llorando, usted puede ganar”. O sea que viendo la
cosa esta de las lágrimas, desde que uno nace, se puede
saber si va a ser o no alguien en la política. Qué el niño o
la niña, por el asunto de la pariedad, nace llorando a moco
tendido, carrerón político al canto. Que el niño o la niña,
volvemos al asunto de la pariedad, no echa una lágrima, esos
tienen en política menos porvenir que un pingüino en el
desierto a sesenta grados a la sombra en el mes de Enero.
También hay que tener mucho cuidado, con todos aquellos que
llegan a la política echando lágrimas de cocodrilos. Esos
son auténticos peligros incluso para sus compañeros de
partido a los que, como cuentan las historias, lloran y en
cuanto se acercan les pegan un bocado que acaban con ellos,
Que conste en acta, que me sé de más de uno, compañero de
partido, que ha caído, bajo las mandíbulas del “cocodrilo”.
¡Será por “cocodrilos llorones”!
Bromas a un lado, me da la sensación, no extraña que, García
Arreciado, siempre sacará a relucir la ironía fina en el
momento justo. ¡Que grande es saber utilizar la ironía!
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