PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura


Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - JUEVES, 31 DE AGOSTO DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Agosto
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Agosto está acabado y uno se quita un peso de encima. Es un mes marcado por el sino de las pasiones y complaciente con las tragedias. Se suceden los siniestros: arden bosques, se estrellan aviones, descarrilan trenes, y en el Líbano hace apenas nada que se estaban matando los mismos de siempre. Y, por si fuera poco, a los machos les cunde el darle matarile a las mujeres. ¡Qué horror, en medio de las calores y de la gente queriendo viajar porque sí!

Agosto es también el mes fatídico de los toreros; tal vez sea porque se les acumula el trabajo. Es el mes en que murió Ignacio Sánchez Mejías: un torero renacentista, cuya muerte fue cantada por Lorca. En Agosto ocurrió lo de Manolete en Linares; aunque la faena de Islero sirvió para que los españoles olvidaran que poco antes la muerte se había enseñoreado de Cádiz. Nadie sabe aún por qué Franco no depuró culpas y sí impidió que a Pery, marino que arriesgó su vida, le concedieran la Laureada. ¿Fue un sabotaje la explosión del depósito de minas que había en Puntales?

Cada agosto, la alacena de la memoria se me abre de par en par y me permite recordar cómo era aquel 1947 del siglo pasado: había hambre, sabañones, cartillas de racionamiento, colas, pan negro, azúcar amarillo, boniato y chocolate terroso. Los niños tenían que ser protegidos del piojo verde con bolitas de alcanfor que llevaban colgadas al cuello como si fueran escapularios. Abundaban los tuberculosos y la penicilina sólo estaba al alcance de las clases especiales. Así, la gente se moría con más frecuencia de la debida.

Había hombres con el color de la desesperación cincelada en la cara; era como tirando a color de ala de mosca. Y en las esquinas el estraperlo de barras de pan, y la prostitución se hacía sin tapujos. Eso sí, los niños aprendíamos de memoria los nombres de los reyes godos y el catecismo del padre Ripalda.

Menos mal que Matías Prats comenzaba ya su exitosa carrera y nos hacía creer, con su facundia, que España seguía siendo una tierra de destino Universal y un lugar donde el ocio estaba al alcance de todos los españoles.

De guardar cola para comprar nuestra ración de boniatos aprendí yo lo indecible. Verdad es que lo que no mata engorda. Sí, en esas filas de a uno, bajo las miradas inquisitivas de los guardias, los niños nos hicimos mayores antes de tiempo. No cabe la menor duda de que el hambre aguza el ingenio, aunque la inedia propicia el raquitismo. Veo que se me ha ido el santo al cielo, pues estaba hablando de las malas ideas del mes de agosto y les he pegado un mitin de cuando España vivía el nacionalcatolicismo a tope y los niños pobres vieron la llegada de la leche en polvo y el queso americano, como una bendición del cielo.

A lo que iba, en un 15 de agosto de 1964, en un Madrid de habitantes simpáticos y algo chuletas, con tranvías, bulevares, pregones, pocos coches, etc, murió Manuel Leyton Perea, El Coli. Un banderillero con una leyenda de mujeriego que para sí la hubiera querido el mismísimo don Juan. Conocí yo a El Coli, jerezano él, aunque afincado en Madrid, porque frecuentaba sitios a los que yo solía ir. Era un gitano de ojos verdes y belleza varonil, que ejercía un atractivo irresistible para las mujeres. Nunca lo había visto torear, hasta esa tarde gris de Las Ventas. Hizo el paseíllo a las órdenes de Copano, de Jerez, que alternaba con El Pepe y El Estudiantes. Corrió El Coli al primer novillo con el capote cogido a una mano, y creyó tener controlado al animal. Pero éste le dio caza antes de llegar al burladero del 7, y le partió el corazón. Me consta que le velaron y se lo disputaron, en su féretro, innumerables mujeres. Era agosto. Mes de pasiones, tragedias, moscas y calores. Bien ido está.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto