No hay nada más cargante ni más
proclive al chiste fácil que esa babosería existencial que
se ha dado en llamar “profesionales de la buena conciencia”,
existencial e institucional. Será que, el farisáico
“buenismo” está presente al nivel de las más altas
instituciones de la Nación.
Y eso me recuerda al autor noruego Ibsen cuando decía que su
patria, Noruega, era una inmensa bola de nieve, blanca y
pura, pero rellena de podredumbre y fetidez. Larga nuestra
tracidión cristiana en sepulcros blanqueados, hasta el punto
que, el propio ex ministro Bono que dejó el ministerio, pero
que supongo que le habrá quedado una paguita muy respetable,
en el colmo del pelotilleo y la pamplina, se atrevió a decir
en una entrevista que, el Zetapé es un laico, pero que sus
valores son cristianos y eso no hace falta que lo afirme
José Bono, porque ya vimos al Zetapé y a su familia asistir
con fervor y comulgar en la gran misa valenciana de nuestro
Sumo Pontífice.
¿A que viene ese gesto despectivo que adivino en sus
semblantes? ¿Qué estoy faltando a la verdad y tratando de
venderles una moto? Vale. El de las vacaciones a nuestra
costa en el palacio de la Mareta no asistió a la misa,
porque es ateo y tiene todo el derecho a serlo, yo he
soltado un simple eufemismo bienintencionado. Pero es el ex
ministro Bono el que, rizando el rizo de la pamplinería, ha
tratado de venderle a los votantes católico algo tan irreal
como las presuntas virtudes y valores cristianos de un ateo.
En plan rasca-y-gana- el-voto, porque se avecinan las
elecciones y un ateo vende poco y mal.
El laicismo de salón vende entre la gentuza de Izquierda
Unida, es decir, entre el marxismo cochambroso y
zarrapastroso y entre el pijerío del progresismo de salón,
tan profesional de la buena conciencia. ¿Un ejemplo? La
Ministra de Sanidad que anda enzarzada en su peculiar
cruzada anti tabaco, cuando los fumadores seguiremos fumando
porque nos sale de la punta del cipote, con perdón de la
palabra y dedicando un cariñoso recuerdo al cipote de
Archidona, monumento patrio glosado por el mismo Camilo José
Cela. Sabemos los riesgos que corremos, pero los asumimos
desde nuestro derecho a equivocarnos, porque no creo que,
los cagados por el 11M votaran para gozar de un Estado
Policial, lleno de prohibiciones que afectan incluso a algo
tan íntimo y sagrado del ser humano como el derecho a
disponer libremente de nuestros pulmones :Ministra :En los
pulmones de los fumadores mandamos los fumadores y vaya
usted a ocuparse y preocuparse del control sanitario y
epidemiológico de la avalancha de africanos, que eso si que
es un riesgo flagrante para la salud pública colectiva.¡ Tía
pamplinas!.
No se puede vivir ni respirar en la moral de la pamplina.
Causa más daños al sistema respiratorio que el humo de un
fragante marlboro, porque el pamplineó si que asfixia y
quita oxígeno hasta dejarnos cianóticos y exhaustos. Es
insoportable. Y farisáico. ¿se habrá parado a pensar la
ministra pamplinera en la zozobra de los detenidos en los
calabozos de las comisarías y juzgados de nuestra España?
Antes de estar prohibido los propios guardias ofrecían a los
encarcelados un cigarrito, para aliviar la tensión y la
espera, una calada de esperanza, un sabor familiar, un
alivio. Pero los progres de salón , ante quienes Ibsen con
su bola de nieve hubiera alucinado, no hacen mal uso de las
virtudes lacrimosas como son la compasión y la caridad y
jamás se detendrán en detalles tan nimios como el consuelo a
un preso. Para ellos eso es mierda y no vende en el
telediario. El “gesto” que vende es joder a los hosteleros y
coaccionarles con la ley Antitabaco de los cojones.
Llegan los africanos y nos los zampan en las calles de
nuestra ciudades, sin pararse a pensar en riesgo de
enfermedades o epidemias, claro, para ser cauto y prevenir,
para ser precavido hay que pensar y estos piensan menos que
mi mascota . ¿Qué estoy diciendo? Mi mascota es un prodigio
de lógica y de inteligencia ¿Qué dicen? ¿Qué si tengo un
gato o un hamster? No. Tengo un jabugosaurio con pedigrí, ya
saben, una genuina mezcla entre dinosaurio y cerdo ibérico.
¿Qué si lo compré en una tienda de animales? No. La verdad
es que lo robé y lo digo porque el delito ha prescrito. Me
llevé a mi jabugosaurio de un parque temático de Sevilla,
fue más que un robo, un hurto, porque no empleé violencia
contra las personas ni fuerza en las cosas ¿Qué si no rompí
alguna valla para sacarlo del parque temático? No. Le saqué
por la puerta disfrazado con un chandall del logroñés.
Pues les digo a ustedes que, mi jabugosaurio tiene más
valores y es más auténtico, dentro de que es semicaníbal y
como bellotas y gatos del vecindario, es más cabal y más
español que los de la moral de la pamplina. Español porque
sus antepasados se merendaban con hombres de Atapuerca y mi
Mígue, que es como se llama (no Miguel sino Mígue) cada vez
que ve en la tele al Paquirrín se relame de pura gula. Y
racial porque procede también genéticamente del cerdo
ibérico, aunque sentimentalmente es muy antinacionalista, de
hecho, ve a sus primos en las manifestaciones de los
batasunos y le entra un frenesí de furor y reniega de ellos
porque dice que los nacionalistas vascos y catalanes son el
peor ejemplo de la raza porcina, un descrédito para los
auténticos cerdos ibéricos que son animales de principios.
¿Qué si mi Mígue, criaturita, es pamplinero? No. Tiene la
moral de lacedemonio, nacido para el combate y le tiene
prometida unas buenas dentelladas a la ministra de sanidad y
a los nacionalistas. A la de sanidad por mamonear con el
humo mientras que, por la puerta de atrás puede que nos
estén entrando todo tipo de enfermedades y nos encontremos
en alerta roja epidemiológica y a los nacionalistas por ser
quienes son y mi Mígue no explica más porque es de natural
reservado.
¿Qué como va a ser reservado si permite que yo le pasee por
las playas del Palo ataviado con un chandall del logroñés?
Es que va de incógnito y aunque le gusta cuidar su
apariencia, mi jabugosaurio, ni es farisáico ni es
pamplinero y en eso supera con creces a los profesionales de
la buena conciencia, al menos moralmente. Y es que mi Mígue
es muy cañí.
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