Sólo en el mes de agosto 30.000
personas eligieron Ceuta como destino para sus vacaciones,
todos ellos procedentes, principalmente, de zonas próximas
como Andalucía o Marruecos.
Si bien la cifra, en términos relativos y teniendo en cuenta
el tamaño y la población de Ceuta es positiva, ésta podría
incrementarse notablemente si las autoridades, sean del
color que sean, hicieran caso de una vez de los activos que
supone para la ciudad su situación geográfica: la proximidad
con Marruecos y la presencia del mar.
Marruecos, ese país tan denostado por muchos, es una
oportunidad increíble para atraer a esos miles de mochileros
que, cada verano, optan por cruzar el Estrecho para
disfrutar de las excelencias de una cultura diferente a la
que suelen estar acostumbrados. Aunque muchos eligen Ceuta
como vía de paso para llegar al valle del Rif, son muy pocos
los que se deciden a gastar parte de sus vacaciones en
conocer una ciudad que nada tiene que ofrecer a un turista
de sus características para el que la diversión y los
precios económicos son los principales referentes.
La presencia del mar, en esta península que es Ceuta, abre
todo un mundo de posibilidades para el desarrollo de los
deportes naúticos y para la explotación turística de uno de
los fondos marinos más espectaculares de España, algo que
podría hacer de las tierras caballas un lugar casi de
peregrinaje como es Tarifa para este tipo de turistas.
Sin embargo, ni uno ni otro son tenidos en cuenta con la
seriedad necesaria y se pierde el tiempo en potenciar
aspectos que, estando de moda en otras regiones, nada tienen
que ver con las características geográficas y culturales de
la Perla del Mediterráneo.
El objetivo de éste y de los anteriores gobiernos ceutíes ha
sido potenciar el turismo dando por óptimos unos resultados
que serían insignificantes si se aceptase, de una vez por
todas, la realidad de Ceuta.
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