Para nosotros es un compromiso
ineludible. Me refiero al tema del crecimiento personal, ese
concepto que, a fuerza de ser utilizado por los manuales de
autoayuda, en cierta manera, se ha abaratado y se utiliza a
tontas y a locas, cuando no con auténtica frivolidad. Y la
frivolidad es algo que, a servidora de ustedes, le repatea
los cojones, porque he pasado muchas fatiguitas en mi vida y
cada logro me ha costado, como diría el descansado Churchill:
Sangre, sudor y lágrimas.
¿Qué están murmurando? ¿Qué he debido ahorrar mucho en
fluidos vitales porque, en verdad, he conseguido bien pocas
cosas? Vale, Pero lo que no se me ha ido en lágrimas se me
ha ido en suspiros y he moqueado mucho y los mocos también
forman parte, en cierta manera, tangencialmente, de la frase
del primer ministro inglés. Lo cierto es que podría crecer
más rápido y santificarme mogollón con el trabajo
profesional y el cumplimiento de los deberes ordinarios del
cristiano si tuviera un pelín más de trabajo o mi editor me
pagara un master. Pero como no es el caso porque mi editor
mira la peseta, me tengo que apuntar a los que es gratis, ya
saben, que cuesta como mucho el bonobús, para seguir
evolucionando, cumplir con mis deberes ordinarios
cristianos, asumir la parábola de los talentos y de paso
prevenir el Alzheimer e ir acumulando títulos para cuando me
llamen como reservista del Ejército Español, que allí son
muy mirados con las titulaciones y servidora, depósitos en
ING Direct no tiene, pero diplomas tiene pechá.
Les comento. Me he apuntado al curso de formación básica
para voluntariado de emergencias. Lo convoca gratuitamente
el Ayuntamiento de Málaga. Me digan ¿La Comunidad Autónoma
de ustedes ha convocado algún curso de voluntariado? Pues en
este, si aguantas, te dan hasta un diploma y luego (aluego
se dice en mi barriada) cuando hay desastres naturales como
inundaciones, terremotos, incendios, catástrofes y cosas
así, te visten con un chaleco y te ponen a ayudar, porque
para eso te han dado el título y has superado las clases
teóricas (con esas no tengo vicisitudes porque mi memoria
está engrasada con Arcalión y tengo la tiamina a tope) y
prácticas. Con esas son con las que voy a tener problemas,
que en el Palo se dice “poblemas”.
¿Qué les cuente más del curso? Bueno, no les puedo dar
muchas pistas, porque se que ustedes son unos agoniosos y
capaces son de ir a apuntarse y como no son más que treinta
plazas lo mismo me quedo yo fuera del cupo por un ceutí
enteraíllo que se mete a trajinar con esos extintores que a
mi me dan terror o a simular la evacuación de víctimas de un
accidente, que también me causa aprensión. Ya les digo que
con las clases prácticas tengo mis reparos y cuento con una
preparación física deficiente que tengo que subsanar a
partir del primero de septiembre, ya que he abandonado
definitivamente los putos antidepresivos tricíclicos que son
una mierda y me he pasado al carísimo Dobupal. Pienso yo,
que soy una cateta rifeña, que cuando un remedio de botica
es caro es que debe de hacer mucho efecto y ser muy bueno.
Del anafranil, baratero y cutre, nunca me fié y bien que
hice porque es una pócima engordante que te puede curar el
coco pero te arruina el culo con los kilos de más. No lo
tomen. Si están tristes se van al doctor Quiroga y le piden
un ali oli de brujas tipo Dobupal y que el se lo controle.
¿Qué no tengo edad a mis cincuenta y dos años para ser
voluntaria de emergencias? Eso. Y una polla en vinagre, con
perdón de la palabra. Puede que mi quinta sea “la quinta del
colesterol” pero yo estoy llena de ganas de aprender y de
hacer cosas y además me he apuntado con mi hijo pequeño que
tiene diecinueve años , está cuadrado y no le dan miedo las
catástrofes ni los accidentes múltiples, mientras que yo me
cago, me disculpan el símil y me quedo paralizada. Y para
eso opto a una plaza del curso, para crecer y vencer el
miedo enfrentándome a el y para aprender y que mis neuronas
funcionen a tope y saber hacer reanimaciones y sacar a los
muertos de los coches, vamos, ese tipo de cosas de las
tragedias que vemos en televisión y que parece que, desde
nuestro sillón y con el mando atrincado, no nos tocan y que
a ese tipo de calamidades va “otra gente”: los voluntarios.
Pues bien, yo quiero ir y ser testigo directa de cuanto
acontezca y arrimar el hombro adonde pueda y luego contarlo
frente a la pantalla mágica de mi ordenador y recrear cada
imagen en negro sobre blanco y letra redondilla que es como
mejor pienso y medito.
Pero no por mérito propio para enlazar frases y crear, yo me
considero tan solo una fiel mascotilla del Espíritu Santo,
Ese que habló por los profetas y que, según las Escrituras,
existía antes de la creación del Universo. ¿Qué soy
excesivamente pretenciosa creyendo que, el Espíritu Santo va
a reparar en “alguien” como yo? Se equivocan no soy
pretenciosa sino cristiana y eso, ya de por si, es ser
persona muy principal y reboso autocomplacencia, tanto, que
me comería a besos a mi misma, lo que sucede es que me
controlo, porque soy persona comedida. Y encima aspiro a
pertenecer al voluntariado de emergencias con derecho a
diploma, a chaleco y a ayudar en directo cuando la cosa se
encabrona ¡Joder, vaya privilegio! ¿Qué lo mismo observan la
fecha de nacimiento en mi DNI y me echan para atrás? Pues
recurriré. Porque, los cincuentones tenemos mucho que
ofrecer, mucho vivido y padecido, muchos atardeceres en
nuestra mochila y un equipaje de lágrimas, de penas o de
alegrías, tan importante, que borra por si sola la fecha de
nacimiento y nos hace sencillamente seres humanos que se
curran el crecimiento y que queremos estar a las duras y a
las maduras.
Y puede que, los de mi quinta, no seamos atletas ni tengamos
ardiles para sacar hierros de un tres descarrilado, pero eso
que lo hagan los bomberos que tienen un buen jornal, para lo
que tenemos ardiles es para ofrecer nuestra enorme humanidad
a los que sufren. ¿Qué me van a rechazar en el curso? ¿Ay
Señor, que malita es la envidia…!
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