La Unión Astronómica Internacional
(UAI) ha decidido declarar como marginal el cuerpo angelical
de Plutón y me cuenta el poeta Dámaso Alonso, por vía de los
“Hijos de la ira” y desde las alturas celestes, el bochorno
que sufren los músicos que rigen el universo. Yo le supliqué
calma, mediante el fundamento de su fluida galaxia de
verbos. Seguramente, aquellos moradores de humanidades
infinitas, entiendan mejor el fulgor silábico que centellea
por las entrañas. Lo de excluir, sin miramiento alguno, es
muy propio de los humanos terrícolas. Ya en su tiempo, el
citado poeta, registró en su padrón literario de que Madrid
era una ciudad de más de un millón de cadáveres. Como puede
suponer el lector, el insomnio ambiental ha crecido y las
prisiones cimentadas en el desprecio también. Dámaso Alonso
que, tuvo a la poesía siempre en el alma con verdadero
fervor y claridad, se declaró contador de estrellas. Para
él, poeta de conciencia antes que de ciencia, todas tenían
su poema. Al fin y al cabo, quizás el espíritu del universo
no sea más que un verso en otro verso y, todos en uno,
estelas de vida en un planetario que refleja el color de los
ojos vivos. A veces pienso, que el invento de los planetas
es un sueño más de los humanos, una catarsis frente a una
tierra que agoniza. Se precisan ventanas que nos lleven al
paraíso. Plutón es como esa hoja caída en el otoño. Los
hombres de ciencia han resuelto, que no nos sirve para
morar, ni tampoco para enamorarse. Desde ahora, como
castigo, será una víctima más del momento que vivimos, un
marginal al que habrá que vestirlo de santo por soportar
tanto perro enfurecido.
El hombre al que Dámaso Alonso bautizó con el amor del
Creador, a sabiendas de que Dios habita dentro de ese pecho,
es un irreconocible viandante que gasta sus energías en
parcelar la tierra, levantando muros con planetas de poder,
en vez de elevar a la poesía el árbol planetario del cosmos,
con sus astros, constelaciones, galaxias, luceros y demás
luminaria de un surtidor de músicas. Pero, seamos sinceros.
Más de uno y de dos, a lo que en verdad aspira es a crear su
propio universo, girando alrededor de si mismo. Cuidado con
los colmillos de los planetas humanoides, que nos pueden
quitar del mapa de los activos como a Plutón. Confieso que
me da pena que hayan divorciado, por decreto científico, a
Plutón de la familia de los planetas. Que poca alma han
tenido las gentes de ciencia. Lo veo como muy niño e
indefenso, frente a los ocho jerarquizados planetas. En todo
caso, pienso que lo vital no es definir lo indefinible, sino
poetizar la forma pura, los cósmicos espacios del ensueño.
El hombre que ya no cree en Dios está dispuesto a creer
cualquier cosa, dijo alguien. Con la separación de Plutón
puede pasarnos lo mismo. No ver la inmensidad de su espíritu
y quedarnos tan solo en la ruptura planetaria. Sería como
vivir en el caos, quedarnos sin patria, sin bandera que nos
enaltezca el corazón, sin melodías para poder trascender y
conciliar el sueño.
Lo admirable de todo esto, radica en ver las maravillas del
bosque sideral, con más entusiasmo si cabe, y apreciar la
grandeza de todo ello, su dependencia e interdependencia, y
observar que aún no hemos descubierto las Américas
planetarias. Lo digo por si alguno pensaba hacer negocio,
con un traslado de mundo a otro planeta. Así, mientras nos
asombra la grandiosidad de algunos planetas y el dinamismo
poético que los impregna, considero saludable para el alma,
puesto que es el que gobierna el firmamento, se siga (y
prosiga) la exploración del cielo sin perder de vista a
Plutón. Los últimos pueden llegar a ser los primeros en el
vientre de la naturaleza. |