Son muchas las personas que me
preguntan, por qué nombro tanto a mi abuela.
La razón es bien sencilla, mi adorada viejita fue para mi
una escuela de sabiduría. De esa sabiduría popular que sólo
se aprende en la mejor universidad del mudo, pasando
penalidades y viviendo, cada segundo de su vida, con toda
intensidad.
Es la lucha constante por la supervivencia, sacando de donde
no hay y haciendo, cada día, el milagro de poner la mesa
para tener algo que llevarse a la boca.¿o no es milagro el
dar de comer, a toda una familia con un sólo huevo y un par
de patatas?
Por esa fuente inagotable de cultura popular que me dio en
mi niñez y, por la enorme admiración que sentía por ella, es
por lo que, cada día, acordándome de sus sabios consejos y
de sus enormes conocimientos que la han hecho adelantarse a
su tiempo y adivinar lo que pasaría en el futuro es por lo
que, siempre, la tengo en mi pensamiento.
Sus consejos son ordenes para mi persona porque, todos
ellos, son un derroche de sabiduría que incluso, en más de
una ocasión, me han hecho adelantarme a los acontecimientos
y, hasta casi poder adivinar, el futuro.
Muchos amigos me han dicho, en varias ocasiones, que todas
cosas son productos inequívocos de la intuición.
Y les he dado la razón, en cuanto a la intuición se refiere
pero sin olvidar que, todos aquellas personas que tienen esa
cualidad, no es producto de la casualidad sino de haber
tenido unos maestros que, a igual que ellas, han tenido por
escuela la mejor universidad del mundo, la calle.
Aquellos que tuvieron esos maestros, como es el caso de mi
abuela con servidor, salidos de esa universidad y que,
después, continuaron estudiando en ella, luchando, el día a
día, por su supervivencia sin duda alguna son intuitivos,
capaces de saber lo que cada uno viene a contarle antes de
que empiecen ha hablar. Ve las cosas venir anticipándose a
ellas, cual de un vidente se tratara, conocen a las personas
al par de minutos de estar charlando con ellas y hasta se
permiten el lujo de dejarse engañar si, con ello, le pueden
dar una satisfacción a alguien que les caiga bien. ¡Que
grande es la mejor universidad del mundo, la calle!.
Por eso cuando me refugio en mi soledad, porque amo la
soledad y mantengo esas largas conversaciones, con ella, sin
decir nada porque todas nuestras charlas son en el más
absoluto silencio encontrando, al final de nuestras charlas
silenciosas, la repuesta que busco vuelvo, de nuevo, a traer
a mi memoria alguna frase de mí abuela. En esta ocasión me
ha llegado a las neuronas del cerebro esa que dice: “Más
vale sólo que mal acompañado”.
Si algunos de eso políticos a los que uno le tiene afecto,
se aplicaran la frase, no se pueden imaginar cuánto
ganarían.
Pero, desgraciadamente, no quieren ver más allá de sus
narices y siguen manteniendo a su lado a quienes no deben y,
por ello, ocurrirá lo que tiene que ocurrir que, más tarde o
más temprano, empiecen las ”campañas” de desprestigio a
funcionar bajo las ordenes de esos ineptos, cuya ambición
desmedida, por alcanzar más cuota de poder, les pierde.
No se enteran, no quieren enterarse, de que el puñal de
“Bruto siempre está presto a entrar en acción o que, cada
vez, reciben un abrazo fraternal de estos hipócritas, están
recibiendo el abrazo de Vergara.
Sus cegueras, esa cegueras que da el poder, no les deja ver
lo que tienen, delante de su cara, con toda claridad.¡Que
ciego es el poder!.
“Más vale sólo que mal acompañado”.Y qué mejor compañía que
la soledad, mientras piensas en el futuro porque, el pasado,
es sólo historia contada de diferentes formas, según les
haya ido la vida a cada uno, de esos que se dedican a contar
las historias.
Sigo con mi soledad y mis amigos de toda la vida. Esos
amigos de mi adorado Callejón del Lobo, que tanta buena
gente ha dado a esta tierra.
Siento la satisfacción de ver a algunos de ellos, cada día,
mientras camino por la calle principal de mi tierra. Parada
obligatoria y recordar tiempos pasados, cuando éramos niños
y sobre los adoquines de nuestra calle jugábamos nuestros
partidos de fútbol, cuidando más las alpargatas que las
propias piernas.
Esos maravillosos recuerdos, eso encuentros con mis gentes,
mis amigos de toda la vida y esas conversaciones mantenidas
en silencio con propia soledad, me siguen dando toda la
felicidad del mundo.
Refugiarme, cada día, en todas esas pequeñas cosas me hacen
crecer como persona y vivir con la esperanzas de un mundo
mejor.
hay ocasiones, en las que en mis conversaciones con mi
soledad, se me viene a la memoria la letra de un fandango de
“El Sevillano”: Lo único queme consuela // de lo sólo queme
encuentro // Cuando abro la cancela // los locos no son los
de dentro // Los locos son los de fuera // donde nadie está
contento.
Ya me lo decía la sabia de mí abuela : “Más vale sólo que
mal acompañado”. Y Bruto con el puñal presto a entrar en
acción. No te enteras, amigo.
|