Como soy más repetida que la porra
antequerana y el salmorejo, cuando hablo de modas siempre
hago alusión a una vieja anécdota familiar, relata por mi
madre con la figura de su abuela Virginia como protagonista
que blandía unas tenacillas hirvientes intentando sacar de
los lacios pelos de aquella niña de la guerra una dorada
melena a lo Shirley Temple, a fuerza de crueles tirones
mientras peroraba con su acento manchego “La moda no
incomoda”.
Y es cierto que, seguir modas y tendencias es, muchas veces,
una esclavitud. Pertenezco a una generación de los setenta
que íbamos con tacones y faldas a la facultad, para
diferenciarnos de las gurripatas del rojerío, que
presentaban, normalmente, el look porcachón. Así, las niñas
del Jesús María nos encaramábamos en taconazos dolorosos e
hirientes con los que penábamos por las calles empedradas de
aquella ciudad, por aquel entonces, absolutamente mágica ya
que la voracidad de promotores y tiburones inmobiliarios aún
no habían jodido los centros históricos de nuestras
ciudades.Ibamos estragaítas de frío, hambrientas por
conservar la delgadez extrema, incomodísimas y suspirando
por un buen par de mocasines, pero compensaba por nuestra
extrema distinción de chicas de Nuevas Generaciones de AP,
nada que ver con las tías buenas, que militaban en Fuerza
Nueva ni con las zarrapastrosas de la izquierda.
¿Qué si todavía peno cada vez que me arreglo? No, que va,
desde hace veinte años no he, ni tan siquiera olido, un par
de tacones y soy minimalista ¿Qué estoy confundiendo la
austeridad estética del minimalismo con mi escasez extrema y
endémica? Puede, pero voy sobria a la par que sencilla y no
es que pase de la moda, porque soy muy head hunter, que es
como se dice en ingles a los buscatalentos que espían las
nuevas tendencias, eso si, adecuo las tendencias a mi look
andrógino, que duplicaré en androginia cuando comience el
tratamiento del caro Dobupal y abandone los mierdosos
antidepresivos tricíclicos que son lo peor y sientan fatal
los muy cabrones.
Modas, modas…Les cuento la última moda por la A 92. la
peligrosa carretera andaluza y por la N 340 que recorre
nuestro litoral. Resulta que vienen niñatos de Italia y
vienen moritos finos, de esos que son árabes y se pillan los
Masserati, los porsche y los Ferraris que les compran sus
papás y se dedican a hacer carreras con apuestas millonarias
de dinero. Si el carro no es de lujo lo alquilan en Marbella
a precios prohibitivos y a correr. Porque es la moda y
consideran que España es un país cochambroso y sin ley ni
orden. Hasta que los italianinis de los cojoncines, después
de sembrar el terror por toda la A 92 en su paso por Guadix,
llegaron a la N 340, provocaron un accidente múltiple,
mataron a otro conductor e hirieron a unos cuantos.
Todo en plan muy chuleta y preguntando precios cuando, los
municipales les detuvieron. ¿A cuanto los estragos y el
muerto? Los pijines se apostaban dieciocho mil euros que
llevaban encima y dos fueron puestos en libertad con multas,
mientras que, el conductor, está en el módulo de menores de
Alhaurín, por haber matado a un ser humano y suspirando
porque llegue su pudiente papá a ver si lo arregla. Con los
moritos presurosos lo mismo: multones.
Pero lo peligroso no es la moda de que, unos jilipollas
pretenciosos se dediquen a reventar sus cochazos de gran
lujo, sino de la difusión de la noticia que, en lugar de
servir de escarmiento, ha expandido la moda de las apuestas
al volante, pasando tres pueblos de puntos, porque dicen que
hay gente que se dedica, por internet, a arreglar la
retirada de puntos previo pago y “todo” el mundo anda
buscando direcciones para hacerle trampas a la DGT y que en
lugar de comerse nuestros dineros, se coman los mocos
salpimentados o condimentándolos en forma de salmorejo que
así nutren más. Mala cosa que, la conducción temeraria no
lleve aparejada la celebración de uno de esos “juicios
rápidos” tan chapuceros y tan sin garantías que también
están de moda y del juicio directos a cumplir unos
mesecillos en el genuino Hotel la Reja de Alhaurín, donde
los turistas van en excursión a echarse fotos en la puerta,
porque es un destino muy VIP este verano.
Las tenacillas de mi bisabuela incomodaban, el eructo de la
porra antequerana incomoda, los tacones vertiginosos
estrozan los pies y dañan la columna y los juicios rápidos y
la conducción temeraria en forma de carreritas con apuestas
incomodan y joden al personal, porque asustan y son un
auténtico peligro. ¿Qué los juicios no son peligrosos? A mi
esa rapidez, ese “aquí te pillo aquí te mato” para ahorrar
tiempo me parece a la vez un ahorro de garantías
constitucionales y con esas garantías no hay ni que ahorrar
ni que remendar de viejo. Al igual que los picoletos no
deberían ahorrar, al momento de la detención de los niñatos
temerarios, una primera gestión oficial, en forma de patada
en el culo tal que, para sacarles el zapato hubieran de
practicarles una cesárea y después, tan solo después, la
lectura de derechos. En tiempos de la Oprobiosa Dictadura,
por los modos y las formas del Franquillo, a nadie se le
ocurría hacer correndijas por las parcheadas carreteras ni
en el seílla ni en el SIMCA 1000. ¿Qué eran coches de mierda
que iban renqueando? Pero es que, en aquellos tiempos,
renquear a ochenta kilómetros por hora era mucha
precipitación y si te pillaban los picoletos te podían meter
una capujana que te cagabas directamente y todo eso sin leer
derechos, porque no existían.
Ahora somos más finos y encima europeos, aunque los que
vienen a correr en nuestras carreteras lo ignoren y crean
que esto es Argelia pero sin barbudos. La solución sería
imponer la moda de aunar los ordenadores de tráfico a nivel
UE y de todos los países que tengan carnet por puntos y el
punto que el francés, el belga o el italianini pierda en
España lo pierda automáticamente en su país. No queda otra
solución, porque en una España llena de turistas, los únicos
a los que alcanza la incómoda moda de los puntos es a los
españolitos, los transgresores externos pasan y como está
visto, la moda que sí incomoda es correr.
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