Jóvenes de Murcia, Euskadi, Islas Canarias, la Rioja,
Madrid, Asturias, Cataluña, Extremadura, Cantabria, Castilla
La Mancha y Badajoz ejercen estos días de protectores del
entorno natural de Ceuta. La excusa: un campo de trabajo. El
fin: vacaciones económicas, convivencia y rehabilitación de
la playa del Desnarigado. Entremedias: ‘aquarocking’, visita
a Marruecos, iniciación al submarinismo, senderismo y
turisteo por la ciudad. Un total de 35 personas (25 de todo
el país y 10 voluntarios), en su mayoría reincidentes en
este tipo de actividades, que como define Alba Hergueta
(Madrid), componen un “Gran Hermano” Medioambiental.
Hasta la próxima semana, contribuirán a la protección de la
flora y fauna endémica de la playa. Cuatro horas diarias
para dos acciones concretas. En tierra: garantizar el
crecimiento de la planta ‘Siempreviva del Estrecho’. En el
mar: cuidar a la comunidad de lapas ‘Patella ferruginia que
se encuentra en peligro de extinción. “Sólo quedan en Ceuta
y Chafarinas”, apunta el especialista en conservación y
reproducción, Sergio Jiménez.
En el caso de la ‘Siempreviva’ (‘Limonium emaginatum’) lleva
años sufriendo el carácter “tapizante” de la ‘Uña de Gato’.
“Es una planta ajardinada que aparece en las laderas de la
costa y cubre a las especies autóctonas hasta que mueren”.
El efecto de la planta foránea es tan hostil que, en 2005
(segunda edición del campo de trabajo) se recogieron “casi 8
toneladas” de ‘Uña de gato’, comenta Jiménez.
Y es que la playa del Desnarigado constituye, junto a Benzú
y Calamocarro, un punto de protección medioambiental con la
denominación de Lugar de Interés Comunitario (LIC) y Zona de
Especial Protección Para las Aves (ZEPAS). Dos títulos que
dejan su poso en todos los voluntarios que han llegado desde
la península para colaborar. Aunque cada uno tiene sus
razones.
Javier Quilez (Zaragoza) señala al ocio y al cuidado del
entorno como premisas para haber venido hasta Ceuta. Ya ha
estado en otras actividades similares (“Murcia, Teruel,
Islas Cies”) y disfruta de los campos de trabajo. “En
realidad, es una elección más personal que otra cosa;
aprendes mucho de la gente y sueles mantener el contacto con
casi todas las personas que vas conociendo por medio de
‘quedadas’”. Koro Lázaro (San Sebastián) lleva todo el
verano danzando de un campo a otro. “Es un respiro,
mantienes la mente ocupada, beneficias al medio ambiente y
resulta muy económico; es un buen método para desconectar”.
A esta opinión se suma Alba Hergueta: “el nivel humano y la
convivencia no tienen precio, al fin y al cabo, son 24 horas
diarias juntos durante, al menos, una semana”.
El pequeño ‘Gran Hermano’ de 35 cabezas sobrevivirá en medio
de la naturaleza hasta el próximo sábado que regresarán a
sus lugares de orígen. Las primeras incursiones en la
técnica del ‘aquarocking’ (recorrer las rocas del litoral y
nadar si el desnivel es complejo), y de submarinismo harán
crecer las aletas dorsales a los voluntarios.
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