Mucho antes de entrar a estudiar Periodismo ya estaba de su
parte. Tanto en la universidad como en el ulterior trabajo
en los medios continúo defendiendo una causa que, espero,
jamás deje de importarme. La de los que lo necesitan. La de
los que sufren un agravio comparativo real por parte de casi
todos. Hablo de niños que no tienen una familia que les
acoja, de ancianos que viven aislados o de personas que
sufren una discapacidad, -a veces inapreciable-, pero que se
ven reducidos al paro. Por el contrario, no estoy de la
parte de los conocidos colectivos víctimas de la sociedad.
De los que, lejos de aprovechar las oportunidades que el
sistema les brinda, prefieren excluirse y dedicarse al
narcotráfico. De los que van a lo fácil. No confío en los
que despreciaron al resto por querer estudiar, les
vapulearon, les insultaron y al final, empotrados en el
reputado fracaso escolar, decidieron utilizar los ingresos
de los empollones para acudir, gratuitamente, a cursos de
formación profesional.
El hecho de que hoy tenga que recurrir a un apartado de
opinión para expresarme atiende, especialmente, a mi
responsabilidad con ellos, con los que sí me importan. Hay
gente que está luchando tanto que la sola idea de ver en un
titular que puede que no tengan un trabajo directo a la
salida de sus prácticas les hace replantearse muchas cosas.
Casi tirar la toalla. Y aunque sé que no la va a arrojar
nadie, porque esos treinta chicos del proyecto IDEM tienen
más agallas que la mayoría de gente que parece tenerlas, les
prometí una explicación. Y aquí está.
Cuando una persona, lejos de su profesión, decide hablar
sobre un tema, siempre debe dar voz a las dos partes.
Independientemente de que una de ellas estime que la otra no
tiene razón. No he conocido a ningún redactor que se atreva
a desautorizar a uno de los dos opuestos. El periódico sólo
es el cauce en el que todo el mundo tiene derecho a un
hueco. La criba, en Periodismo, la establece el profesional
que se enfrenta a la noticia.
Sé que muchos de estos alumnos se indignaron ante la
posibilidad de no tener un puesto ahí afuera, pero esa
fuerza no debe ser la que sirva para destrozar todo lo
construído sino para encauzar el camino hacia una meta
alcanzable. Saber, a través de los medios, lo que opina la
administración, no debería significar ninguna amenaza. Bien
al contrario, podría ser el inicio de una reflexión seria
acerca de quién hay dentro de cada colectivo y con qué
piensan sorprendernos. Sé que hay gente con muchas ganas y
me atrevería a decir que nadie más que la propia
administración desea ver esa ilusión materializada. Lo único
que se dijo en el árticulo de ayer -y muchos me confesásteis
que no habíais leído más allá del titular- fue “adelante”.
Os apoyan más de lo que imagináis y os aseguro que tenéis a
todos de vuestra parte, lo que se traduce en una inmensa
suerte que muchos desearían. Vuestro esfuerzo, que no es
poco, se ve recompensado por los medios de comunicación, la
Consejería de Sanidad y, por supuesto, Procesa, que pensó en
un plan para vuestra formación y desvió los fondos europeos
para que en un futuro podáis integraros con mucha más
facilidad. Seguid adelante en esa lucha y demostrad todo lo
que sabéis. Al final, uno acaba siendo lo que quiere ser.
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