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OPINIÓN - LUNES, 14 DE AGOSTO DE 2006

 
OPINIÓN / EDITORIAL

Casi medio centenar de asiáticos irregulares

Van llegando pausadamente pero casi de manera permanente. Lo que en principio pudiera parecer casi exótico, ahora ya es una realidad que comienza a tener tintes de seriedad. Más de 420 asiáticos irregulares (pakistaníes e hindúes) esperan, muchos en el CETI, alguna respuesta administrativa a su situación después de llegar vía Marruecos hasta España, su gran objetivo.

Cabe recordar que hace algo más de una década numerosos kurdos llegaron hasta la ahora Ciudad Autónoma escapando del kurdistán tan odiado por países como Irak. Ahora, el Pakistán atómico en permanente tensión con la India y, gran fuente de la que mana el islamismo más extremo, empieza a convertirse en una de las grandes amenazas para occidente junto a países como Irán que con el ‘toque económico’ de Arabia Saudí, parece que fomentan la llamada Yihad o guerra santa contra “el occidente infiel”.

Queda claro pues que la ruta más extendida por los que ‘huyen’ aparentemente de esas tierras, es la que culmina en Ceuta (España) vía Marruecos. El país vecino ya ha conocido, de primera mano, como se las gastan las mafias porque recientemente, y ante la mismísima cara de la élite de la seguridad marroquí, han logrado hacer algún porte humano con relativo éxito hasta nuestra ciudad y ‘toreando’ a la Gendarmería Real para sonrojo de éstos ante el monarca que vacaciona en las proximidades de Rincón.

El problema es para las autoridades españolas que deben documentar y ‘creerse’ los datos ofrecidos por estos nativos de la zona del ‘indostán’; además de fiarse de que no formen parte de ninguna célula malévola con fines nada edificantes.

Entre tanto, para bien o para mal, estos irregulares llamados genéricamente ‘asiáticos’ llegan a España careciendo de cualquier tipo de documentación que, por supuesto, si conservan en Marruecos, vaya que sí, faltaría más. Una vez aquí se vuelven olvidadizos, cachis.

Lo que demuestra que las mafias tienen cogida perfectamente la medida a nuestra magnífica Ley de Extranjería. Claro.
 

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