Agosto malagueño. A cien metros de
mi casita, que se llama Villa Solita y es parada obligatoria
de los vientos del sur, en la playa, las palomas y las
gaviotas hacen camarilla y se pelean. Yo creo que la gaviota
que para en mi casa, que se llama Pepiniki y engulle los
migajones de pan chopaítos en agua que le preparo cada
mañana, es una de las que lleva la voz cantante.La mar envía
fragancias salobres, los pájaros invaden mi jardín parándose
en la acacia y en el plátano oriental que, al arboricida del
alcalde, no le ha dado tiempo de mandar a talar, Dios está
en los cielos y todo es casi perfecto en mi diminuto
Universo.
Y digo “casi” porque espío el efecto de unas nuevas ampollas
de alcachofa e hinojo, drenantes y desengrasantes, en las
que he invertido diecinueve euros y que, como no me eliminen
los kilos acumulados por los antidepresivos tricíclicos de
los cojones, supondrán una seria gresca con la boticaria.
¿Qué por que consumo , con los instintos de un gato
rabiando, el puto Anafranil? Porque, como muchos de ustedes,
estoy cansada y no puedo permitírmelo, porque me quedan
importantes inversiones por hacer. ¿Qué si invierto en
ladrillos o en bonos del Estado? No, que va. Ni un céntimo.
Como ciberderecha neocon y católica he redactado en mi
laboratorio de ideas mi propio manual filosófico de estilo,
que es de consumo interno y en él expongo claramente la
prioridad de mis inversiones familiares: Solo me es dado
invertir en aquello que, un naufragio, no me pueda
arrebatar.
Desde siempre he inculcado esta idea a mis dos varones. Vas
cargado de oro, llega un naufragio y el mar te lo arrebata.
Llevas las bolsas de basura llenas de billetes, llega un
naufragio y el mar te los destruye. Pero si llega un
naufragio y te pilla con tres idiomas y dos carreras
universitarias, amen de una sólida formación humana, eso, ni
que llegues a una isla desierta, te lo pueden arrebatar. Por
eso la mejor inversión es el sí mismo y pagar todo aquello
que seas capaz de aprender.
He visto en Andalucía casos de sólidas fortunas heredadas en
manos de herederos gandules e ignorantes, han aparecido los
administradores, los abogados y los consejeros y, como los
tipos eran unos medio subnormales, las fortunas han
desaparecido en las ávidas manos de los listos, que sí
tenían formación para gestionar un patrimonio, mientras que
los herederos se limitaban a gastárselo y a ejercer de
cantamañanas. El lujo supremo, amén del coleccionismo de
arte gótico y románico, es coleccionar conocimientos y
formación. Claro lo tienen mi Beltran y mi Erik : aquí no
hay para heredar ni un euro ni un ladrillo, lo único que van
a heredar son idiomas, carreras y masters, aunque ello me
suponga, como me supone, el subsistir malamente, pero llena
de satisfacción, en el umbral de la pobreza.
Existirán, por supuesto, padres prósperos capaces de
compatibilizar una fuerte inversión en estudios con calidad
de vida. Afortunados ellos. Yo malvivo de una profesión
liberal, con unas normas éticas y morales estrictas, porque
no me sale de mi ingle moruna el ser trajinosa y además,
nosotros, nos santificamos por el trabajo profesional y por
el cumplimiento de los deberes ordinarios del cristiano.
¿Qué contemple el ejemplo de los malayos y de cómo hay mucho
listillo que se forra? Pues que le aproveche y que, con su
pan y su ajo y sus intranquilidades con la Udyco, se lo
coman. En mi caso a lo único que aspiro es a comerme
tranquilamente un ajoblanco, de esos que sales a la calle,
te echas un eructo y tienes alimentado a un pobre para un
mes.
¿Qué como se vive con esa idea de inversiones? Colegas, es
una actitud ante la vida. Yo no tengo joyas, porque prefiero
pagarme cursos de idiomas; en mi casa no hay televisor de
plasma, pero mi chiquitillo tiene profesor particular de
refuerzo de matemáticas y de alemán. Los ahorrillos que
conseguí no fueron para dar la entrada de mi Villa Solita, a
cuya posesión aspiro, sino para pagarle la carrera a mi
mayor en la Universidad Europea de Madrid y que fuera a la
residencia de estudiantes. De hecho, en casa no teníamos
para afrontar dos colegios privados, así que, como el
pequeño es más listo, renunció a su exquisito colegio
trilingüe Añoreta, privadísimo y elitista, para matricularse
en el bachillerato nocturno del Instituto del Palo y que así
su hermano mayor pudiera ir a una universidad privada.
En mi familia, comprar formación y conocimientos es
primordial, el resto es secundario, hay precisamente, ese
“resto” es lo que te proporciona confort y calidad de vida.
Pero la austeridad y el esfuerzo es lo que te educa en
valores. Los compañeros del nocturno de mi hijo Erik son
trabajadores que se quitan horas de descanso para estudiar y
sacar el bachillerato, llegan reventaítos de la obra, o de
estar fregando o despachando y se ponen a estudiar y a hacer
planes de futuro y esas compañías de gente trabajadora, de
currantes, de luchadores, es la que yo quiero para mi hijo,
educado desde siempre en un colegio donde, llevar torcida la
corbata del uniforme era falta leve, hasta que no pudo
continuar en el paraíso trilingüe y tuvo que encararse a una
inmersión con la realidad que le ha fortalecido y le ha
hecho asumir una nueva perspectiva vital. Mi hijo, ante la
dureza de la vida de sus compañeros, se considera un
privilegiado y no está dispuesto a dejar pasar ninguna
ocasión de aprender, porque, de lo que aprenda, depende su
futuro.
Puede que, el día de mañana, mis hijos alcancen una gran
calidad de vida y lleguen a estar rodeados del lujo que yo
no he podido proporcionarles, pero se lo habrán comprado
ellos con sus conocimientos y sus cojones. ¿Qué que se hace
si sale un hijo gandul? Pues disciplinarle y hacer que tenga
solo aquello que merezca. Mi mayor me salió perlilla con
catorce años e ipso facto fue interno, a palo limpio y bajo
amenazas, a un colegio donde le metieron en cintura, lo pasó
durante cinco años de puta pena. Pero hoy me da las gracias
y agradece como me quité hasta de comer para pagarle aquella
especie de gélido infierno de disciplina espartana que era
el colegio Pinosierra de Madrid y que hoy recuerda casi con
añoranza, pese a lo horriblemente mal que lo pasó.
No hay pasotismo, vagancia, gandulería e instintos
delictivos juveniles que no arreglen una buena capujana o un
alistamiento forzoso en el Tercio. Como letrado soy
especialista en menores conflictivos y, cuando no es el caso
de que, lo que requieran, sea ayuda psiquiátrica por
anomalías mentales evidentes, a los normales se les encauza
a palo limpio. ¿Qué eso está prohibido? Vale, puede que lo
prohíban las normas de unos mindundis mantecosos, pero la
vida no es de manteca, sino de acero y los hombres y las
mujeres que necesita Occidente han de ser duros como el
acero de los cañones de los Krupp.
A ver si mi director, me regala un poco más de espacio,
porque, en mi agosto malagueño, me he lanzado a hablar de
inversiones y es hablar y no parar, Recuerden: inviertan
prioritariamente, en aquello que un naufragio no les pueda
arrebatar.
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