Según los cánones la vocación es una “inclinación” a
cualquier estado, profesión o carrera. Luego se trata solo
de una “inclinación” no de un deseo vehemente, no un interés
desmesurado por alcanzar cierto estatus en la vida o
adelantarse al destino que se nos tiene reservado en la
sociedad, porque si nos ponemos a pensar y nos preguntamos:
¿si no conoces la medicina, la abogacía o la política como
vas a tener inclinación vocacional para alguna de estas
ramas profesionales?
Luego la vocación no existe. Todo sea que en la mente de
algún que otro interesado se quiera demostrar, por ejemplo,
que tiene vocación de político. Y el tal fulano se lo cree y
se lo toma tan a pecho que se dedica a su “vocación de toda
la vida” (Dios nos libre de los políticos vocacionales).
No se nace político, sino que éste se hace y así vemos que
hay quienes han elegido esta situación por interés a fin de
lograr una mejora en su situación económica y social.
Aprovecharse de conocimientos, contactos o relaciones para
que sus hijos alcancen siquiera sean los estudios primarios,
la terminación de una carrera o el empleo que les sitúen
profesionalmente en la vida y de camino liberarse del
cumplimiento de unas labores por cuenta ajena, de horarios
fijos o de jefes a quienes obedecer. Figurar en letras de
molde de los medios de comunicación escritos, ocupar
espacios en la ondas radiofónicas, en tribunas o en cámaras
de televisión. O sea, toda una “vocación” de figurar y de
aprovecharse de la situación creada. ¿A eso se le puede
llamar vocación política?
Tambien puede ser que para alcanzar sus deseos y colmar sus
ambiciones, hayan ido adquiriendo con su trato profesional,
a través de los más diversos vericuetos, conocimientos de
personas, acercamiento a políticos como asesores o
colaboradores o desarrollando una estudiada labor de ayuda y
prestación “desinteresada de servicios”, con exposición de
ideas y puesta en practica de las mismas hasta alcanzar la
total confianza de los mandamases de turno.
Y si hay que “tocar” otros puntos fuera de lo que
normalmente consideramos políticos, o sea, miembros de los
partidos, se hacen amigos de tal procurador o senador (que
mantienen contacto con los Ministros y dirigentes del
Partido al que ya se han afiliado), tratan con Secretarios
de Estado Subsecretarios y, si es posible, con los mismos
Ministros.
Acuden a conferencias, charlas o mítines en lugar visible y,
por último, actúan de “teloneros” en cualquier acto
electoral donde, con estudiados movimientos, léxico
escogido, alabanzas a los dirigentes, a la ideas del partido
y a la numerosa concurrencia empieza su periplo que, de
seguro, no acabará hasta que, según piensan ellos, no
alcancen las mas altas cotas de poder. A veces, claro está,
falla y vemos como quienes han querido ser altas torres,
cual castillo de naipes en la angosta vía del transitar
político, se caen de golpe y se quedan solos, destrozados y
repudiados sin llegar nunca a la meta que se habían
propuesto conquistar.
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