Ya están en Ceuta las estatuas y
los bustos realizados por el ceutí Ginés Serrán Pagán. Unas
obras que vieron la luz tras árduas jornadas de trabajo en
la lejana China. Lugar desde donde partieron las que están
llamadas a ser imágenes esculturales de reclamo turístico y
que, de algún modo servirán o ayudarán a explicar y dar a
conocer la historia de esta ciudad. Una historia milenaria
que está muy por encima de quienes osen pretender asumir
para sí el protagonismo único de la misma.
La Ceuta mitológica, columna de Hércules, la Ceuta de los
pensadores, de los cartógrafos, de los navegantes... La
Ceuta de las civilizaciones, de la cultura, del arte. La
Ceuta de todos, para todos, para el mundo.
Todo un acierto, la iniciativa del Gobierno que llenó de
satisfacción al autor por su condición de ceutí y por su
mentalidad abierta al mundo. Un Ginés Serrán que ama
profundamente la historia de su tierra por lo que significa,
por lo que representa y porque fundamentalmente como todo
buen ceutí pretende que las iniciativas válidas, como la de
referencia, prospere y vea la luz como aporte para las
generaciones posteriores.
Las polémicas artificiales con un toque de
representantividad religiosa empañan un tanto lo que
significa la concepción de Ceuta como ciudad histórica que
debe estar orgullosa de su pasado y de sus personajes más
representantivos. Esto, desde luego, no es un asunto
religioso ni mucho menos. Se trata de aportar no ya a los
ceutíes que permanecemos en la tierra, sino a los visitantes
futuros y a las nuevas generaciones, la percepción global de
una Ceuta abierta al mundo, milenaria en cuanto a historia y
referencia de los más grandes pensadores de la historia.
Pero la imagen de los dos Hércules de más de siete metros
flanquando la bocana de Ceuta debe ser un espectáculo que de
por sí sólo provocará miles de fotografías turísticas y
llegado el momento, imagen tradicional de la ciudad.
Sencillamente magnífico.
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