Como cada verano, las revistas
femeninas salen al mercado cargadas de regímenes milagrosos
y de las últimas novedades para mantenerse en forma y vencer
la celulitis en el caso femenino y el buche de paloma por
encima del cinturón y los michelines grasientos en el caso
de los tíos.
No se crean, en la noche de los tiempos, la sociedades
matriarcales hacían un auténtico culto de la obesidad y en
algunos países africanos la gordura extrema en la mujer se
asocia a prosperidad familiar y a que, el hombre es un
triunfador capaz de cebar a la o las esposas. Cuando hay
mucha canina el gordo triunfa, en el resto de los casos
fracasa. Atrás quedaron los duros años cincuenta, casi de
posguerra, en los que, las madres atiborraban a los niños
con papillas de maicena y nos hacían sorber antes de las
comidas una copichuela de Quina Santa Catalina, con una
graduación alcohólica similar al vodka, porque decía el
anuncio de la radio “¡Da unas ganas de comerrr…! Y los niños
nos sentábamos a la mesa, que era una especie de instrumento
de terror en mi caso, medio trompas por la Quina de los
cojones y a comer “todo lo que hay en el plato” porque,
cuando un niño o una niña de mis tiempos estaba obeso se le
llamaba “Entradito en carnes” “Vende salud”o “¡Qué hermosura
de chiquilla!”. En el caso contrario, cuando el infante
presentaba una evidente delgadez, por genética, por
constitución o por inapetencia se decía “¡Que lástima de
chiquillo, parece que está tísico!”.
Para cualquier padre de la cruel España de hace medio siglo
tener un hijo que pareciera tuberculoso por carecer de
adiposidades era un auténtico trauma y nos intentaban cebar
como a los pavos, por cuestión de la imagen de la familia,
para que se notara que, en la casa, no había escasez. Así, a
los cinco años, vomitando tras ser atiborrada de potajes
repugnantes, a pescozón limpio por las santas monjitas,
empezaron mis primeros problemillas con la comida y con la
autoridad, porque me negaba en redondo a volver a ingerir
mis propios vómitos, por mucho que me lo ordenara la madre
superiora, por mucho que me tildaran de “endemoniada y
díscola” y me llevaran a pedir perdón de rodillas a la
capillita por mi falta de obediencia. ¡Tiempos dorados de la
infancia…!
¿Qué mis ojos presentan un aspecto evocadora? Si, no puedo
evitar los recuerdos, aún me parece sentir el picor de los
piojos que eran endémicos en Nador y el cruel pinchazo en la
barriga de la vacuna contra la difteria y la angustia
estacional ante un nombre que se decía entre susurros “el
piojo verde” que eran unas fiebres tifoideas que hicieron
enfermar a mi pobre madre , pero no a mí, porque yo estaba
vacunada y la vacuna la ponían en la espalda. ¿Y las
epidemias de cólera en verano? Había que darle tres hervidos
al agua y echarle unas gotitas de lejía y aún así, en las
cávilas, los rifeños, mis paisanos, morían entre cagaleras,
sobre todo en Mariouari que daba más fuerte la epidemia.
¿Venganza de la naturaleza? Tal vez, tipo Sodoma y Gomorra,
algo parecido a una amenaza bíblica contra aquel poblado,
presintiendo el Universo que, años más tarde, vería la luz
entre sus cávilas mi cantante preferido después de mi gran
amigo descansado Carlos Cano: Said Mariouari. ¿Qué no han
oído ustedes hablar de Said Mariouari? Pues entonces es que
no están a la última porque, a finales de los noventa,
compuso una canción en español que se llamaba “La paloma” y
era pa oírla.
Palabrita. Aquel año fue el número uno del hit parade de la
feria de Melilla, la gente reía hasta las lágrimas cantando
el invento, unos guasones hablaron de llevar a Said a
Eurovisión y el cantante no supo asumir la inesperada fama y
comenzó su decadencia. Si no han escuchado a Said no saben
nada de música hispanorrifeña tipo años cincuenta
étnico-experimental. Y encima la cancioncilla compuesta por
el propio músico se bailaba, aunque no en plan batuka, la
batuka sirve para quemar grasas, sudar calorías y estar en
forma, la Paloma para mearte de risa, pero de risa sana, de
pasarlo bien y mear adelgaza, es de todos bien sabido.
Aunque los diuréticos son peligrosos porque averían los
riñones y el guaraná, el ginseng y el té verde pueden
desencadenar crisis de ansiedad si se ingieren en compuestos
antigrasas o quemagrasas, porque ponen muy nerviosa. De
hecho están contraindicados con los antidepresivos
tricíclicos. Y además yo no me fío nada de los compuestos
presuntamente adelgazantes, con excepción de la alcachofa
que desintoxica, pero quemar la grasa ni la L carnitina, la
grasa hay que sudarla machacando en el gimnasio y andando,
amén de ponerse en forma engañando al estómago con manzanas,
litros de agua y yogures vitalínea desnatados 0 calorías. De
regímenes, adelgazamiento, lucha cruenta contra los kilos
malvados añadidos por los antidepresivos y tallas 36-38 lo
se todo. Por eso me he burlado sádicamente, cada vez que una
jilipollas con ganas de notoriedad y famosilla del papel
couché ha salido a la palestra para proclamar con aires
trágicos “¡Yo he sido anoréxica!”. A la frívola modelo
Nieves Alvarez que “venció” a la anorexia la llevaron hasta
al Congreso de los Diputados para relatar su experiencia y
escribió un libro lleno de simplezas queriendo desenmascarar
desde su status de top model internacional, los intríngulis
de una enfermedad que es del alma y del cerebro y de la que
algún día les hablaré en primera persona, largo y tendido si
a ustedes les interesa.
Pero para estar en forma, lo principal es controlar y
adquirir conocimientos leyendo, estudiando e investigando,
hay que hacer primero un análisis serio y luego una
síntesis. ¿Qué si yo sigo a mis años con problemillas con la
comida? Pues si. Pero controlo porque conozco y la química
me ayuda a tener las neuronas avisadas ¿Qué si Said
Mariouari tenía anorexia? No .Más bien se empachó de éxito
en la feria de Melilla, cantando en español con un acento
rifeño tan cerrado que había que ser de Melilla para
enterarse de lo que estaba diciendo, un pasón de tío y
además, aunque no sabía música ni casi hablar español,
componía sus canciones con música y en el idioma de
Cervantes. Yo adoro a Said. Tanto como mantenerme en forma,
luchar contra la adiposidad, comer sano con exceso de
información con lo que se roza la vigorexia y controlar la
anorexia identificándola y estudiándola. ¿Qué les de algún
consejillo? Vale, le dicen a mi Editor que me ponga al
frente de un consultorio, ustedes me exponen sus dudas y yo,
la maestra liendre que de ná sabe y de tó entiende, se las
disipo y encima les canto La Paloma de Said Mariouari. ¿Hay
quien de más?.
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