Podía contar todo cuanto he visto
en la feria, mejor dicho en el recinto ferial, que me ha
emocionado hasta límites insospechados. Cómo será la cosas
de la emoción que he sentido la necesidad, imperiosa, de
derramar par de lágrimas en el tarro de las emociones
fuertes. ¿Por qué tendré la fea costumbre de estar, siempre,
en el lugar justo, en el momento adecuado?. Creo, con toda
sinceridad, que eso tiene que ser cosas de mi ángel de la
guarda, que el tío trabaja a destajo.
Y es que, desde que me he enterado que no voy a ir al
infierno porque, el infierno, no existe, pensando en eso de
largarme al cielo, lo mejor es creer en el ángel de la
guarda.
Hoy, se quiera o no, hace falta una buena recomendación,
para poder entrar en cualquier sitio.Y la mejor
recomendación me la puede dar, sin duda alguna, mi ángel de
la guarda. Que, por cierto, tengo que decir y digo de él,
que es un pazo de ángel que no se pue aguantá de lo bueno
que es y, encima , trabajador a destajo para cuidar y velar
por este peazo de cuerpo serrano.Te quier, tío.
Hay, por cierto, otra clase de recomendaciones pero esas son
más terrenales, y no se necesita que las haga el ángel de la
guarda. Para un puestecito con una buena pasta gansa, en
ésta tierra, no hace falta ningún ángel de la guarda, basta
con haber sido del GIL y haber criticado duramente al
Partido Popular, diciéndole de todo menos bonito. Buen
puestecito y buena pasta gansa garantizada por el sistema
del “dedátil”.
Volviendo a lo que han visto, en el recinto ferial, estos
peazos de ojos que no hay quien los mejores y el estar, en
todo momento, en el lugar adecuado, me han enriquecido
hastala saciedad, preparándome para poder contarles, a todos
ustedes, cosas y más cosas, para cuando se acerquen las
elecciones. Les voy a poner un simple ejemplo.
Les puedo decir y les digo, que enciendo la tele, esa que es
de todos nosotros eso, al menos, dicen los que saben y, oiga
amigo guardia, me dan unas imágenes de personajillos que da
gloria verlos por la forma de “tajelar” que tienen los
gachés y de “pegarle” al ”yodo”.
Que razón llevaba, la sabia de mí abuela, cuando me decía:
“la cara es el espejo del alma”. Y vi, algunas caras, por mi
santa de mi alma, con dos “roetes” colorados en ambas
mejillas que eran gloria pura para el anuncio de una buena
marca de “morapío”.
Me recordarón, aquellos anuncios del colacao, en el que
aparecían dos personajes, uno antes de tomarlo y otro
después de haberlo tomado. La diferencia, entre ambos dos,
era abismal.
Había que ver lo canijo que estába el niño antes de tomarlo
y lo gordito que estába después de haberse tomado un buen
vaso de colacao. Ya lo dijo aquel: a quien Dios se la dé,
San Pedro se la bendiga.
Y ya que hablamos del colacao ni te puedes imaginar, serrana
del alma mía, la fuerza que tiene una buena publicidad, a
pesar de que el producto no sea muy bueno que digamos, pero
que ese escaparate que es la tele, en tu propia casa, te los
hace comprar.
No es el caso, por supuesto, del colacao que, a pesar de la
calidad del producto, cada año sacan un nuevo spot
publicitario, por aquello del aburrimiento que produce ver o
escuchar, siempre, lo mismo. Renovarse o morir.
Los anuncios publicitarios, tienen una duración y, de nuevo,
cuando termina hay que sacar otro sport, antes de que el
personal, se aburra de escuchar lo mismo o ver las mismas
imágenes.
Es lo que hacen, todas las grandes marcas, para seguir
siendo líderes de venta, caso de la coca cola, el producto
más vendido en el mundo entero.
Algunos no se enteran y vuelven a repetir spot publicitarios
con más de treinta años de antigüedad y, naturalmente, el
personal cansado de ver y escuchar, desde hace treinta años,
el mismo spot, pasa olímpicamente de él. Vamos,que no le
hace ni puñetero caso.
Vale que hace treinta años, el spot lanzado por el
fabricante del producto, tuviése su éxito, quizás porque era
su primera salida al mercado y fue acogido con alegría por
el personal que invirtió mucho en el producto, lo que hacía
muy feliz al lanzador del mismo, que veía como con éste
producto, se le iba allanado el camino para conseguir lo que
se había propuesto gracias a esa publicidad.
Lo malo, de todo esto, es que el producto ofreciío sólo
valía para ayudar a su lanzador a conseguir su objetivo. El
personal, que no es tan tonto como parece, se dio cuenta del
asunto y para lo que había válido aquella publicidad, Y,
naturalmente, el lanzador del mismo, conseguido su objetivo,
gracias a la publicidad, además gratuita, ya no era bien
visto porque, todos entendieron que era un aprovechado.
Ahora, después del tiempo pasado y viendo la caída en picado
del lanzador del producto, se vuelve a sacar la publicidad
efectuada hace treinta años tratando, con ella, salvar la
cara del lanzador del producto.
Si eso es todo lo que sabe hacer el nuevo publicista, mejor
haberlo dejado donde estaba.Y es que, no se entera,
“renovarse o morir”. Ave César....
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